viernes, 30 de julio de 2010

SEDA de Alessandro Baricco





Alessandro Barico (Italia 1958) es un "arquitecto de lo sublime" que en 1991 nos regala "Tierras de Cristal". Sin embargo, con Seda publicada en 1996 nos eleva, en una suerte de realidad y fábula, hacía lo más entrañable de un cuento y lo más terrenal de un relato breve.  Seda,  llega a mí una tarde en que necesitaba leer, con urgencia, algo distinto de lo que llevaba leyendo en los últimos meses. Mi liturgia de visitar las librerías no siempre resuelve mis apremiantes necesidades del alma; pero sí las mitiga. 
Aquella tarde fue inolvidable. El hallazgo de Seda lo recuerdo como algo hermoso, como un acontecimiento de vital importancia. Hoy, lo comparto con vosotros,desde este espacio virtual llamado: "Invítame a un libro". 
¡ Os invito a Seda de Baricco como quien invita a una copa del mejor champán! 


A través del personaje de Hervé Joncour hacemos un recorrido de las rutinas a las pasiones. Seda, es un libro de caricias que nos hace despertar a la vida con mayúsculas. A la vida que nos pertenece.
En él hallamos esa otra vida alejada de los sentimientos y de la libertad -que practicamos sin ser conscientes de que nos aliena- pasando por la quilla todo lo que percibimos diferente.
Seda, nos regala la maravilla de lo inesperado. El asombro de reconocer que somos un volcán en plena actividad, es uno de sus logros más sublimes.Y la ventaja de no dejarnos morir, es su caricia más bella.

La trama se desarrolla como pretexto, es lineal e intencionadamente reiterativa, es un himno a la cotidianidad. El contexto, establece una analogía entre los gusanos de seda, su ciclo biológico y, de nuevo, las pasiones bellas y efímeras. Del mismo modo, el comercio entre Europa y Japón en el siglo XIX invitan al protagonista a un viaje en donde resolverá llegar con un cargamento añadido.

Baricco,  construye un mundo de amor como el de los poetas y lo va perfilando como un amor entre lo imposible y lo posible, entre lo cierto y lo incierto y, en una categoría inevitable, convierte al amor en el componente inherente a la vida y al sentirse vivo, por antonomasia. La ternura de sus susurros nos hace estremecer con la lentitud, el hermetismo y la pasión  que poseen, solamente, las esperas más hermosas.


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