jueves, 26 de diciembre de 2013

BUENOS DÍAS, TRISTEZA de Françoise Sagan



Hoy os invito a reconciliaros con la tristeza y a sobrellevar la angustia. Os invito a desprenderos de la idea, demagógica por otra parte, que nos obliga a necesitar la felicidad como sinónimo de vida. "Buenos días, tristeza", de Françoise Sagan, es una novela que marcó mi adolescencia. No sé lo que entendí entonces. Sé que la rebeldía que habita en ella, sigue en mí con el mismo ímpetu.

 Los personajes, que construye Sagan, no acatan las coacciones morales, se caracterizan por la inteligencia y la creatividad, viven en coordenadas dolorosas y trágicas, y la angustia se hace ostensible en su cotidianidad. 
 Ahora, el mundo vive tiempos de angustia, negarlo sería necedad. Y la conjura de los necios es devastadora. 
¿Por qué no admitir que, más allá de un fracaso "financiero", se trata, sobre todo, de un fracaso humanitario?

 ¡Admitamos nuestra crueldad y encajemos el golpe! 

Toda vez que nos sintamos copartícipes de todo lo que acontece en  nuestro tiempo y en nuestro mundo, se nos bajarán los humos, y veremos en esta "vergüenza" una oportunidad para mirar en el interior de nuestro corazón. 
 Y al mirarlo por vez primera, cara a cara, plenamente conscientes de los horrores que somos capaces de procurarnos, el verso del poeta Paúl Eluard , nos hará decir: ¡ buenos días, tristeza! 
Y al decirlo sentiremos, sin embrago, que estamos menos tristes... 

¡Os deseo un reencuentro con la alegría! Pero con la alegría soñadora, la que surge de sabernos seres defectuosos e insolidarios, que  nos esforzamos por remediarlo.

Os deseo un reencuentro con la alegría que se siente al intentar, cada día, hacer un mundo menos triste...


ACERCA DEL ARGUMENTO 

" En una hermosa mansión a orillas del Mediterráneo, Cécile, una joven de diecisiete años, y su padre, viudo y cuarentón, pero alegre, frívolo y seductor como nadie, amante de las relaciones amorosas breves y sin consecuencias, viven felices, despreocupados, entregados a la vida fácil y placentera. No necesitan a nadie más, se bastan a sí mismos en una ociosa y disipada independencia basada en la complicidad y el respeto mutuo. Un día, la visita de Anne, una mujer inteligente, culta y serena, viene a perturbar aquel delicioso desorden. A la sombra del pinar que rodea la casa y filtra el sol abrasador del verano, un juego cruel se prepara. ¿Cómo alejar la amenaza que se cierne sobre la extraña pero armónica relación de Cécile con su padre ? A partir del momento en que Anne, que había sido amiga de su madre, intenta adueñarse de la situación, Cécile librará con ella, con el perverso maquiavelismo de una adolescente, una lucha implacable que, a pesar suyo, erosionará su vida y la conducirá lentamente al encuentro de la tristeza".
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