jueves, 23 de diciembre de 2010

APOLOGÍA DE SÓCRATES de Platón


Siempre que algo me atormenta acudo de forma recurrente a releer la “Apología de Sócrates” y hoy me atormenta la situación del mundo. La desgracia, los desheredados, los traidores, las victimas, los verdugos, la tristeza. Os invito a un “banquete” sin pretensiones eruditas. En la “Apología” hallaremos el consuelo de los siglos y de los sabios.
Os invito a sentir con ellos el valor de la vida y de la muerte, sin dramatismos innecesarios y sin  histrionismos. Todo aquello que nos acontece ya ha ocurrido con anterioridad.
En estos días todos nos deseamos Felicidad. ¿Sabemos lo que es?
Descubrí la “Apología” cuando era muy joven- no sé lo que entendí cuando la leí por primera vez- sé que me enamoré de aquél hombre, rebelde y valiente, que, con la parsimonia de la eternidad, decidió tomar la palabra y la cicuta.

Recibidlo como un regalo.


 Os dejo con la voz de Sócrates que nos legó Platón.

“Sea, pues, atenienses; poco más o menos, son éstas y, quizá, otras semejantes las cosas que podría alegar en mi defensa. Quizá alguno de vosotros se irrite, acordándose de sí mismo, si él, sometido a un juicio de menor importancia que éste, rogó y suplicó a los jueces con muchas lágrimas, trayendo a sus hijos para producir la mayor compasión posible y, también, a muchos de sus familiares y amigos, y, en cambio, yo no hago nada de eso, aunque corro el máximo peligro, según parece. Tal vez alguno, al pensar esto, se comporte más duramente conmigo e, irritado por estas mismas palabras, dé su voto con ira. Pues bien, si alguno de vosotros es así -ciertamente yo no lo creo, pero si, no obstante, es así-, me parece que le diría las palabras adecuadas, al decirle: «También yo, amigo, tengo parientes. Y, en efecto, me sucede lo mismo que dice Homero, tampoco yo he nacido de una encina ni de una roca, sino de hombres, de manera que también yo tengo parientes y por cierto, atenienses, tres hijos, uno ya adolescente y dos niños.» Sin embargo, no voy a hacer subir aquí a ninguno de ellos y suplicaros que me absolváis. ¿Por qué no voy a hacer nada de esto? No por arrogancia, atenienses, ni por desprecio a vosotros. Si yo estoy confiado con respecto a la muerte o no lo estoy, eso es otra cuestión. Pero en lo que toca a la reputación, la mía, la vuestra y la de toda la ciudad, no me parece bien, tanto por mi edad como por el renombre que tengo, sea verdadero o falso, que yo haga nada de esto, pero es opinión general que Sócrates se distingue de la mayoría de los hombres. Si aquellos de vosotros que parecen distinguirse por su sabiduría, valor u otra virtud cualquiera se comportaran de este modo, sería vergonzoso. A algunos que parecen tener algún valor los he visto muchas veces comportarse así cuando son juzgados, haciendo cosas increíbles porque creían que iban a soportar algo terrible si eran condenados a muerte, como si ya fueran a ser inmortales si vosotros no los condenarais (…)”

“...Deseo predeciros a vosotros, mis condenadores, lo que va a seguir a esto. En efecto, estoy yo ya en ese momento en el que los hombres tienen capacidad de profetizar, cuando van ya a morir. Yo os aseguro, hombres que me habéis condenado, que inmediatamente después de mi muerte os va a venir un castigo mucho más duro, por Zeus, que el de mi condena a muerte. En efecto, ahora habéis hecho esto creyendo que os ibais a librar de dar cuenta de vuestro modo de vida, pero, como digo, os va a salir muy al contrario. Van a ser más los que os pidan cuentas, ésos a los que yo ahora contenía sin que vosotros lo percibierais. Serán más intransigentes por cuanto son más jóvenes, y vosotros os irritaréis más. Pues, si pensáis que matando a la gente vais a impedir que se os reproche que no vivís rectamente, no pensáis bien.
Este medio de evitarlo ni es muy eficaz, ni es honrado. El más honrado y el más sencillo no es reprimir a los demás, sino prepararse para ser lo mejor posible. Hechas estas predicciones a quienes me han condenado les digo adiós.
Con los que habéis votado mi absolución me gustaría conversar sobre este hecho que acaba de suceder, mientras los magistrados están ocupados y aún no voy adonde yo debo morir.
Quedaos, pues, conmigo, amigos, este tiempo, pues nada impide conversar entre nosotros mientras sea posible. Como sois amigos, quiero haceros ver qué significa, realmente, lo que me ha sucedido ahora. En efecto, jueces pues llamándoos jueces os llamo correctamente-, me ha sucedido algo extraño. La advertencia habitual para mí, la del espíritu divino, en todo el tiempo anterior era siempre muy frecuente, oponiéndose aun a cosas muy pequeñas, si yo iba a obrar de forma no recta. Ahora me ha sucedido lo que vosotros veis, lo que se podría creer que es, y en opinión general es, el mayor de los males. Pues bien, la señal del dios no se me ha opuesto ni al salir de casa por la mañana, ni cuando subí aquí al tribunal, ni en ningún momento durante la defensa cuando iba a decir algo. Sin embargo, en otras ocasiones me retenía, con frecuencia, mientras hablaba. En cambio, ahora, en este asunto no se me ha opuesto en ningún momento ante ningún acto o palabra. ¿Cuál pienso que es la causa? Voy a decíroslo. Es probable que esto que me ha sucedido sea un bien, pero no es posible que lo comprendamos rectamente los que creemos que la muerte es un mal. Ha habido para mí una gran prueba de ello. En efecto, es imposible que la señal habitual no se me hubiera opuesto, a no ser que me fuera a ocurrir algo bueno(...)

“...Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la muerte y tengáis en el ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de sus dificultades.
Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que tengo la evidencia de que ya era mejor para mí morir y librarme de trabajos. Por esta razón, en ningún momento la señal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito mucho con los que me han condenado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacían daño. Es justo que se les haga este reproche. Sin embargo, les pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir. Quién de nosotros se dirige a una situación mejor es algo oculto para todos, excepto para el dios”

lunes, 6 de diciembre de 2010

ESPAÑA INVERTEBRADA de José Ortega y Gasset


Hoy os invito a meditar con Ortega y Gasset (1883-1955) y con su “España invertebrada”; esta invitación es un deleite para quien os la propone y deseo que también lo sea para quienes se acercan a la lectura por estos mares literarios.
En esta ocasión tomaremos fragmentos de prólogos a sus múltiples ediciones y también fragmentos de la propia obra. Será un "buffet libre". La obra la leí hace muchos años y la he vuelto a leer y releer otras tantas veces para intentar, sin sectarismos, y desde mi vocación histórica y filosófica dar “algún sentido” a este reino en donde nací. El Reino de España. En dos ocasiones República. Hoy Reino.
“España Invertebrada”, es un boceto de un “ensayo de ensayo”, publicado en 1922 que se construye con los artículos que el diario “El Sol” venía editando desde 1920. Lo que siempre me ha estremecido de esta gran obra es su actualidad. No es necesario que os manifieste que Ortega es para mí el pensador por antonomasia. Hombre cabal de inteligencia preclara. Un intelectual, no un esforzado hombre del saber para conseguir méritos académicos. En todo momento he hallado en sus obras matices nuevos y  proféticos. 
Con la lectura de " España Invertebrada" siempre  he entendido, más y mejor, el porqué  de los fantasmas que nos mantienen encarcelados en actitudes impropias de un  Reino con vocación de modernidad. He llegado a explicarme, en un concilio de hechos innegables, que  siglo a siglo- desde la Edad Media- nos hemos deconstruido y es por ello, que hoy somos lo que somos: una España invertebrada. 

Os deseo que este "buffet libre" os lleve a “repensar” Os conduzca lejos del inmovilismo de “pensar  que lo que pensamos es lo único y lo verdadero”. Porque lo más probable es que ya lo hayan pensado otros antes que nosotros.


“España, España, España,
Dos mil años de historia no acabaron de hacerte...”
Eugenio de Nora, “Canto”.

“…España una nace así en la mente de Castilla, no como una intuición de algo real –España no era, en realidad, una-, sino como un ideal esquema de algo realizable, un proyecto incitador de voluntades, un mañana imaginario capaz de disciplinar el hoy y de orientarlo, a la manera que el blanco atrae la flecha y tiende el arco. NO de otra suerte, los codos en su mesa del hombre de negocios, inventa Cecil Rodees la idea de Rhodesia: un imperio que podía ser creado en la entraña salvaje del África. Cuando la tradicional política de Castilla logró conquistar para sus fines el espíritu claro, penetrante, de Fernando el Católico, todo se hizo posible. La genial vulpeja aragonesa comprendió que Castilla tenía razón, que era preciso domeñar la hosquedad de sus paisanos e incorporarse a una España mayor. Sus pensamientos de alto vuelo sólo podían ser ejecutados desde Castilla, porque solo en ella encontraban nativa resonancia. Entonces se logra la unidad española; mas ¿para qué, con que fin, bajo que ideas ondeadas como banderas incitantes? ¿Para vivir juntos, para sentarse en torno al fuego central, a la vera unos de otros, como viejas sibilantes en invierno?Todo lo contrario. La unión se hace para lanzar la energía española a los cuatro vientos, para inundar el planeta, para crear un Imperio aún más amplio. La unidad de España se hace para esto y por esto. La vaga imagen de tales empresas es una palpitación de horizontes que atrae, sugestiona e incita a la unión, que funde los temperamentos antagónicos en un bloque compacto. Para quien tiene buen oído histórico, no es dudoso que la unidad española fue, ante todo y sobre todo, la unificación de las dos grandes políticas internacionales que a la sazón había en la península: la de Castilla, hacia África y el centro de Europa; la de Aragón hacia el Mediterráneo. El resultado fue, que por vez primera en la historia, se idea una Weltpolitik: la unidad española fue hecha para intentarla” ( Pág, 33)

“…Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contemporáneo en su antipatía hacia la fuerza; sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado, y si la excluimos del porvenir sólo podremos imaginar una humanidad caótica. Pero también es cierto que con sólo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena…( Pág, 28)”

“…Lo que la gente piensa y dice –la opinión pública- es siempre respetable, pero casi nunca expresa con rigor sus verdaderos sentimientos. La queja del enfermo no es el nombre de su enfermedad. El cardíaco suele quejarse de todo su cuerpo menos de su víscera cordial. A lo mejor nos duele la cabeza, y lo que tienen que curarnos es el hígado. Medicina y política, cuanto mejores son, más se parecen al método de Ollendorf.” ( Pág, 37)

“…El propósito de este ensayo es corregir la desviación en la puntería del pensamiento político al uso, que busca el mal radical del catalanismo y el bizcaitarrismo en Cataluña y en Vizcaya, cuando no es allí donde se encuentra. ¿Dónde, pues? Para mi esto no ofrece duda: cuando una sociedad se consume víctima del particularismo, puede siempre afirmarse que el primero en mostrarse particularista fue precisamente el Poder central. Y esto es lo que ha pasado en España. Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho” ( Pág, 38)

“…Pues bien: la vida social española ofrece en nuestros días un extremado ejemplo de este atroz particularismo. Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimentos estancos.
Se dice que los políticos no se preocupan del resto del país. Esto, que es verdad, es, sin embargo, injusto porque parece atribuir exclusivamente a los políticos pareja despreocupación. La verdad es que si para los políticos no existe el resto del país, para el resto del país existen mucho menos los políticos. Y ¿qué acontece dentro de ese resto no político de la nación? ¿Es que el militar se preocupa del industrial, del intelectual, del agricultor, del obrero? Y lo mismo debe decirse del aristócrata, del industrial o del obrero respecto a las demás clases sociales. Vive cada gremio herméticamente cerrado dentro de sí mismo. No siente la menor curiosidad por lo que acaece en el recinto de los demás. Ruedan los unos sobre los otros como orbes estelares que se ignoran mutuamente. Polarizado cada cual en sus tópicos gremiales, no tiene ni noticia de los que rigen el alma del grupo vecino. Ideas, emociones, valores creados dentro de un núcleo profesional o de una clase, no trascienden lo más mínimo a las restantes. El esfuerzo titánico que se ejerce en un punto del volumen social no es transmitido, ni obtiene repercusión unos metros más allá, y muere donde nace. Difícil será imaginar una sociedad menos elástica que la nuestra; es decir, difícil será imaginar un conglomerado humano que sea menos una sociedad. Podemos decir de toda España lo que Calderón decía de Madrid en una de sus comedias:

Está una pared aquí
de la otra más distante
que Valladolid de Gante” ( Pág, 44).

“…La enfermedad española es, por malaventura, más grave que la susodicha “inmoralidad pública”. Peor que tener una enfermedad es ser una enfermedad. Que una sociedad sea inmoral, tenga o contenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave. Pues bien: éste es nuestro caso. La sociedad española se está disociando desde hace largo tiempo porque tiene infeccionada la raíz misma de la actividad socializadora.
El hecho primario social no es la mera reunión de unos cuantos hombres, sino la articulación que en ese ayuntamiento se produce inmediatamente. El hecho primario social es la organización en dirigidos y directores de un montón humano. Esto supone en unos cierta capacidad para dirigir; en otros cierta facilidad íntima para dejarse dirigir. En suma, donde no hay una minoría que actúa sobre una masa colectiva, y una masa que sabe aceptar el influjo de una minoría, no hay sociedad, o se está muy cerca de que no la haya. Pues bien, En España vivimos hoy entregados al imperio de las masas. Los miopes no lo creen así porque, en efecto, no ven los motines en las calles ni asaltos a los Bancos y ministerios.
Pero esa revolución callejera significaría solo el aspecto político que toma, a veces, el imperio de una masa social determinada: la proletaria(…) Dondequiera asistimos al deprimente espectáculo de que los peores, que son los más, se revuelven frenéticamente contra los mejores.¿Cómo va a haber organización en la política española, si no la hay ni siquiera en las conversaciones? España se arrastra invertebrada, no ya en su política, sino, lo que es más hondo y sustantivo que la política, en la convivencia social misma. De esta manera no podrá funcionar mecanismo alguno de los que integran la máquina pública. Hoy se parará una institución, mañana otra, hasta que sobrevenga el definitivo colapso histórico.
Ni habrá ruta posible para salir de tal situación, porque negándose la masa a lo que es su biológica misión, esto es, a seguir a los mejores, no aceptará ni escuchará las opiniones de éstos, y solo triunfarán en el ambiente colectivo las opiniones de la masa, siempre inconexas, desacertadas y pueriles.(Pág, 57,58)

“…Si ahora tornamos los ojos a la realidad española, fácilmente descubriremos en ella un atroz paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad. Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios. (Pág, 67)


“…En España ha llegado a triunfar en absoluto el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas rigen indiscutidas e indiscutibles normas de una atroz trivialidad, de un devastador filisteísmo. Es curioso presenciar cómo en todo instante y ocasión la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor fineza. (Pág, 83,84)

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL SOL DE LOS SCORTA de Laurent Gaudé


Ahora que el frío se ha instalado entre nosotros y que el mundo se presenta hipotecado y apocalíptico,he pensado en invitaros a “El sol de los Scorta” de Laurent Gaudé ( París, 1972). Es una obra maestra, traducida a más de treinta idiomas, una pieza única de esas que sólo son capaces de pergeñar los gigantes. En su lectura hallaremos la explicación a la mísera herencia que deja la vida. Generación tras generación nos hacemos eternos, cuando al morir dejamos el testigo a los que nos siguen. Damos el relevo. Hallaremos la riqueza intangible, la única y verdadera riqueza, compuesta de recuerdos y de una insaciable sed por vivir y también aprenderemos que los secretos- no el silencio- nos hacen fuertes y poderosos.
Os invito, a un universo de pasiones, afrentas y desafíos atemporales. Desde la Italia del sur nos llegan los ecos de la tragedia griega. Y lo más importante: es una novela que nos reconcilia con nosotros mismos. 
Con su esencia humanista, “El sol de los Scorta” nos desvelará los misteriosos vínculos que se establecen entre nuestro destino, nuestro temperamento y el momento y el lugar donde nacemos.
Aquella noche de 2007 bebí de un sorbo “El sol de los Scorta”. Me embriagó su realidad, su lenguaje rápido, su pasión. Nunca la he podido olvidar. Forma parte de los libros que más amo.
Os invito, a través de las palabras introductorias que el autor ha elegido, tomadas de Cesare Pavese, a repensar el sudor de los días y sus trabajos.


“Una tarde caminábamos al pie de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
con el rostro bronceado, que se mueve despacio,
callado. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió de estar muy solo
-un gran hombre entre idiotas o un pobre loco-
para enseñar a los suyos tanto silencio.”



Gaudé, nos introduce a través de las piedras calientes del destino y nos atrapa desde la maldición de Rocco; desde allí recorremos el regreso de los desheredados, el estanco de los callados, el banquete, los comedores de sol, la tarantela, la zambullida del sol y el terremoto hasta la procesión de San Elia.
Homero se pasea por Montepuccio y los olivos del Mediterráneo, con su sol inmisericorde, nos lleva hasta Platón y hasta Aristóteles. Pero los sentimos como parte de nuestra piel. Esa es la grandeza del autor. Los convierte en personajes de nuestro tiempo en los que nos reconocemos plenamente. Nada en ellos no es ajeno.


He elegido algunos fragmentos con los que convivo y trato de comprender algunos dilemas del sudor de los días:


“...Se dijo que había sido un hombre. Sólo un hombre. Don Salvatore tenía razón. Bajo el sol de Montepuccio, los hombres como las aceitunas, eran eternos. ( Pág, 235 ).

“…Volvió a pensar en aquellos años, y tuvo la sensación de que no había dispuesto de un segundo para recobrar el aliento. Había corrido detrás del dinero. Había trabajado sin descanso hasta que sus noches fueron tan cortas como sus siestas. Pero, sí, había sido feliz. Su tío, su viejo tío Faelucc’, que un día le había dicho “Aprovecha el sudor”, tenía razón. Eso era lo que había ocurrido. Había sido feliz y había trabajado hasta el agotamiento. Su felicidad era hija de ese cansancio. Había luchado. Se había empleado a fondo(…) Tenía dinero, pero aquella felicidad salvaje, arrancada a la vida, había quedado atrás” (Pág, 221).

“… ¿Cómo se pesa la vida de un hombre? La suya había sido como cualquier otra. Llena, sucesivamente, de alegrías y lágrimas” ( Pág, 220).

“ …Soy el sol…Hasta el final del mar…”( Pág, 201).

“…Nada me detendrá…El sol ya puede matar todos los lagartos de las colinas, pero yo resistiré…” ( Pág, 16).


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