viernes, 18 de noviembre de 2011

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA de Gabriel García Márquez

Hoy os invito a desafiar a vuestro propio destino. Sí, os invito a que le preguntéis por las cartas que tanto esperáis, por las noticias de aquel corazón que, aún amándoos, dice no tener palabras y permanece mudo. Así es la obra de García Márquez ( Colombia, 1927) que más amo: "El coronel no tiene quien le escriba". Es de una austeridad que degrada, de una espera que no se conjuga con el verbo vivir. Sin embargo, es en ella en donde, un día lejano ya, me sentí atrapada por la certeza de las palabras. Fue en esa obra, donde supe que las palabras no eran, para mí, un artificio, y donde también reconocí en ellas el significado, más allá del significante. Nada más y nada menos que un juego. Eso eran y son para mí las palabras. Lejos del boato en el que las encarcelan, son el juego más sublime,real y misterioso. 
Sé que todos tenéis en la cabeza: "Cien años de soledad", novela con la que, el autor, recibió el Nobel en 1982. Sin duda, una obra maestra. Pero yo os invito a la mayor locura, de entre las locuras posibles. Una locura editada en novela breve. Una locura escrita durante su estancia en París, adonde había llegado como corresponsal de prensa y con la secreta intención de estudiar cine, a mediados de los años cincuenta. El cierre del periódico para el que trabajaba le sumió en la pobreza, mientras redactaba en tres versiones distintas esta excepcional novela, que luego fue rechazada por varios editores antes de su publicación. "Tras el barroquismo faulkneriano de "La hojarasca", esta segunda novela supone un paso hacia la ascesis, hacia la economía expresiva, y el estilo del escritor se hace más puro y transparente.
 Se trata también de una historia de injusticia y violencia: un viejo coronel retirado va al puerto todos los viernes a esperar la llegada de la carta oficial que responda a la justa reclamación de sus derechos, por los servicios prestados a la patria. Pero la patria permanece muda... "

Deseo que, a vosotros, os responda el destino, y que os lleguen cartas, cartas repletas de esas palabras que tanto esperáis...


"Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso -dijo el coronel.
La mujer se desesperó.

«Y mientras tanto qué comemos», preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.

-Dime, qué comemos.

El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:

-Mierda". (Pág, 93,94)
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