viernes, 28 de octubre de 2016

VIAJE AL FIN DE LA NOCHE de Louis-Ferdinand Céline



Hoy os invito a un viaje con Céline, por tanto se trata de un viaje acelerado, salvaje, violento, desabrido y enfermizo. Al cabo, es un viaje al fin de la noche... ¿Aceptáis? ¡Pues adelante! "Viaje al fin de la noche" se publicó en 1932. Mas no temáis, su itinerario sigue siendo muy frecuentado, casi tanto como un local de moda. 

Nos adentraremos en las esquinas, caminos y atajos que las personas recorremos en nuestras vidas, aunque algunos tramos tengamos que hacerlos a pie o junto a una metáfora, para sobrevivir. Finalmente éste, nuestro viaje, nos arrojará una certeza: «que el ser humano y sus miserias son iguales en todas las partes del mundo, por lo que la esperanza de escapar a nuestra propia realidad es más bien escasa». 

 Nos reconoceremos en unos vicios que, si bien se narran como propios de una época ya pasada, han sabido, sin embargo, perpetuarse y extenderse hasta pisar nuestra sombra...  Y como todo viaje que se precie, y el nuestro se precia, no acaba en el camino, por el contrario, nos dejará impresiones y fatigas suficientes para reflexionar sobre las «veleidades de una sociedad preconcebida para unos pocos afortunados y en la que el resto de los mortales debe transigir con la precariedad...» 

 Allí, en ese cavilar del después, seremos unos críticos descarnados con esta sociedad que ha desposeído al individuo de sus lógicas personales para ser o entender la felicidad, adjudicándole unas «razones espurias que sólo pretenden proteger y perpetuar un orden establecido que, en modo alguno, beneficia a ese individuo tan sutilmente expoliado». 

Pese a todo, en este viaje de «las oportunidades», nuestra oportunidad consistirá en comprender la realidad de nuestra propia nulidad: la vida se nos presentará anodina y advertiremos, que así vivida, no vale nada. 

Será el momento de levantarnos y arremeter contra esa sombra maldita que siempre nos acompaña. Tras ese acto de arrojo, las demagogias quedarán en dirección opuesta. 

 ¡Y, ahora ya sí, nuestras vidas tendrá la osadía que nuestras propias lógicas y nuestros propios actos le otorguen! 

¡Se trata tan solo de una sombra...!

¡Valor! 

 LO QUE SE HA ESCRITO ACERCA DE LA OBRA 

«Original, satírico y subyugante es este clásico de necesaria lectura, que en 1932 publicó Luis-Ferdinand Céline. Una novela que propone un viaje por las principales aventuras que el siglo XX proporcionó al hombre: la guerra, la vida en las colonias y la emigración a Norteamérica. Viaje que arroja la única enseñanza de que el ser humano y sus miserias son iguales en todas las partes del mundo, por lo que la esperanza de escapar a nuestra propia realidad es más bien escasa. 

“Viaje al fin de la noche” recoge la epopeya de Ferdinand, un joven que será herido en la I Guerra Mundial, desempeñará un cargo en una empresa ubicada en las colonias francesas del África Subsahariana, intentará hacer realidad aquello de “el gran sueño americano” y regresará a Francia a ejercer la medicina en un humilde barrio parisino. Sorprende de esta novela la lucidez con la que Ferdinand señala unos vicios que, si bien se narran como característicos de una época que ya queda muy lejana, han sabido perpetuarse y acrecentarse hasta la presente. 

De ello se desprende la evidencia de la contemporaneidad de una obra que, casi un siglo después, sigue invitando a reflexionar sobre las veleidades de una sociedad pensada para unos pocos afortunados y en la que el resto debe conformarse con la precariedad. Ferdinand toma por primera vez conciencia de esa realidad al alistarse como voluntario para combatir en la Gran Guerra. El horror del frente pronto pone de manifiesto en él lo que no es sino instinto de conservación. El joven no quiere morir destrozado por un obús, pero se le anima o coacciona a ello desde todas las instancias: quien alude al valor, quien al patriotismo, quien directamente a la amenaza de un juicio sumarísimo por deserción. De esta manera Ferdinand descubre que los mismos que jamás arriesgarían la vida, le exigen que entregue la suya para defender unos intereses de los que él nada obtendrá. 
Esta situación se repetirá cuando, escapando de la guerra, consiga un puesto en la administración de una compañía que opera en algún lugar perdido de África. Allí la vida de los hombres nuevamente vale menos que el caucho que deben obtener de los nativos, y la de los nativos no vale nada. Si se sucumbe a la fiebre o a alguno de los peligros de la selva, pronto aparece un nuevo desgraciado que sustituya al anterior. La estancia en Estados Unidos le confirma la realidad de su nulidad como hombre: sin contactos y sin relaciones, la vida de un hombre anodino tampoco vale nada en la tierra de las oportunidades. 

Sin embargo, en Norteamérica han inventado un buen sistema para que la gente de a pie sienta algo parecido a la felicidad, un sucedáneo que les anime a continuar un día más: el entretenimiento. Ferdinand lo descubre bajo la forma del cine y, aunque eficaz, a veces el propio usuario ha de aumentar la dosis del narcótico para que no se levante el velo que mantiene viva la ilusión. 

La vuelta a Francia y el acontecer de los hechos que como médico de un barrio pobre de París, y más tarde como asistente en una casa de salud mental, se desarrollan en la segunda parte de la novela, son tal vez menos interesantes. Aunque el desencanto de Ferdinand sigue actuando como un filtro entre él y su entorno, la inercia parece apoderarse de él, que se abandona con indiferencia al devenir de los días. 

Siendo como es esta segunda parte menos corrosiva, menos crítica, no resta interés al conjunto de “Viaje al fin de la noche”, que se presenta como una novela que propone una crítica descarnada a una sociedad que ha arrebatado al individuo sus razones personales para ser feliz, entregándole a cambio unas razones espurias que sólo pretenden proteger y perpetuar un orden establecido que, desde luego, no beneficia a ese individuo tan sutilmente expoliado». Por Sra. Castro. SOLODELIBROS -
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