domingo, 17 de abril de 2016

EL SILENCIO DEL MAR de Vercors


Hoy os invito a una obra clandestina, El silencio del mar, que emerge en la Francia ocupada por los alemanes, firmada por un autor desconocido, el seudónimo que Jean Bruller (1902-1991), elige en relación con su vida: Vercors, y bajo una editorial fantasma: Editions de Minuit. En 1949 la historia fue llevada al Cine por Jean-Pierre Melville. A pesar de todo, fueron vanas las críticas, a mí me fascinó. Aunque no superó a la novela. 

 Ciertamente os propongo una invitación de medianoche, para que aceptéis ser sujetos de una «sobredosis de idealismo». A veces, es un buen remedio. Sí, comprenderé a los que no sean de la misma opinión. Para muchos, el «idealismo» es un absurdo, para otros un placebo o una ceguera, propia de cobardes. 

Bien, para aquellos que aceptéis la invitación a esta «sobredosis», en unas pocas páginas, esta novelita, pondrá vuestra sensibilidad a trabajar, despertareis del letargo de la realidad y podréis preguntaros si el «infantil júbilo idealista» resuelve los problemas cotidianos, derrumba fronteras o zanja los conflictos y las miserias de los desheredados de la Tierra. 

 Tal vez, tardéis años en contestar, quizá toda una vida, pero en ese tiempo de «resistencia interior», de «ascetismo espiritual», rechazareis la inmediatez de lo concreto, de lo tangible, de las respuestas a quemarropa, de las respuestas de «fabrica» y os dejareis llevar por los sueños insomnes de medianoche, entre olas silenciosas de un mar melancólico y esperanzado. Debajo de ese mar en calma, estará librándose vuestra batalla. La batalla de comprender al borde del abismo de la vida. Del mismo modo que la libraron los protagonistas de El silencio del mar: el anciano, su sobrina y el impuesto huésped alemán, Werner von Ebrennac. 

Los franceses, tío y sobrina, imponen «un silencio denso e inmóvil como una niebla matutina, y ese silencio será más elocuente que las protestas indignadas. Contra ese baluarte del silencio, Werner von Ebrennac lanzará cada noche, no obstante, los asaltos de sus monólogos ininterrumpidos». 

 «Noche tras noche, se produce el encuentro entre los tres personajes, acaba constituyéndose en un universo al margen de la realidad cotidiana, casi paralelo, como una cajita de música o una de esas bolas de cristal con una casita bajo el agua que, al agitarse, desatan una ilusoria nevada sobre ella» 

Porque al cabo, el silencio es más elocuente y arrastra más fascinación que la palabrería demagoga o pretendidamente seductora. 

 ¡Vigilad los silencios, en ellos están los puntos suspensivos de la vida o los adioses! 


 LO QUE SE HA ESCRITO ACERCA DE LA OBRA 

 "El silencio del mar no sólo puede ser considerada una pequeña obra maestra de la literatura francesa, sino seguramente el título más representativo de la Resistencia cultural de Francia contra la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Su autor, un artista plástico llamado Jean Bruller, que abandonaría el dibujo para dedicarse a escribir, firmaría el primero de sus títulos con un extraño seudónimo, Vercors, recordando instintivamente la imagen del macizo montañoso que fue escenario de gestas heroicas de los partisanos frente a los invasores alemanes. Hasta el fin de la guerra ocultará su verdadero nombre a todo el mundo, incluso a su familia y amigos íntimos. El 20 de febrero de 1942 sale a la luz " El silencio del mar " , un volumen de apenas cien páginas elaborado artesanalmente con visible esmero. Los ejemplares se distribuyen por la Francia libre y, con grandes dificultades, por la ocupada. Proliferan las copias a multicopista e incluso muchos ejemplares son lanzados en paracaídas sobre territorio continental. Los problemas morales y filosóficos derivados de la guerra inspiran los relatos de este hermoso volumen"

 "La acción se desarrolla en Francia, en 1941, durante la ocupación alemana. A lo lejos, una aldea con su castillo, su alcaldía donde está instalada la Kommandantur, los bosques, la nieve. En primer plano, una casa baja con su parral y su techo de largas tejas pardas. Un oficial alemán, Werner von Ebrennac, va a alojarse en la casa donde moran un anciano y su sobrina. 

Todas las noches, el extranjero bajará de su cuarto para reunirse con sus huéspedes silenciosos y se entregará a un monólogo infatigable hasta el día de su partida para el frente ruso. Los dos franceses no pueden impedir que el oficial alemán se aloje en su casa, pero pueden ignorarlo; pueden envolverse en un silencio denso e inmóvil como una niebla matutina, y ese silencio será más elocuente que las protestas indignadas. 

Contra ese baluarte del silencio, Werner von Ebrennac lanzará cada noche, no obstante, los asaltos de sus monólogos ininterrumpidos. Este alemán no es un bruto ni un exaltado. Es un espíritu culto, es un compositor dotado de talento que ha aceptado la actitud de silencio de sus huéspedes y aprueba ese rostro severo de Francia."Yo respeto a las personas que aman a su patria. Estoy feliz de haber encontrado aquí a un anciano digno y a una señorita silenciosa. Será preciso vencer ese silencio. Habrá que vencer el silencio de Francia". 

 Pero von Ebrennac se equivoca. No vencerá a nadie, al menos mientras sea feliz y poderoso. Por el contrario, él mismo será lentamente conquistado por la joven de rostro severo, quien desde hace seis meses parece no darse cuenta de la presencia y proximidad de un hombre que la contempla con amor. Von Ebrennac cree en la sinceridad de Alemania, en su buena fe con respecto a Francia, pero tendrá que despertar brutalmente de ese sueño. Francia será destruida y no solamente su poderío: también su alma. 

El derrumbamiento de von Ebrennac no podría ser más total y pide su traslado al frente ruso. La última noche, la joven alza lentamente la cabeza y responde al adiós definitivo que él le dirige desde el umbral de la muerte. Entonces, cuando haya sido despojado de todo, cuando de sus manos se hayan deslizado todas las riquezas, le será otorgado el amor".
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