martes, 27 de marzo de 2012

LA MUERTE EN VENECIA de Thomas Mann


Cuando el arte entra en conflicto con la vida, cuando nos inunda la belleza de un lugar, de un recuerdo o de un sentimiento… ¡Hemos de tomar el primer vuelo a Venecia y vivir, allí, la apoteosis de la nostalgia! Hoy, os invito a vivir en Venecia con Thomas Mann (1875-1955), y su obra: “La Muerte en Venecia” publicada en 1912. Os invito a vivir la melancolía que subyace en esa ciudad, de aparentes ilusiones románticas. Os invito, pues, a unos días de tedio y languidez... 
Dejad que los canales os asedien con despojos, con los restos de aquello que pudo ser y no fue… Y que ya nunca será.
Porque en esa apoteosis de la nostalgia concurrirá, de nuevo, el instante en el que buscaremos, con ahínco, la inspiración; la inspiración que dábamos por perdida… y que, finalmente, hallaremos, a pesar de la fatalidad y de lo prohibido. 
La hallaremos con la retina infiltrada por un Visconti, magistral e inevitable. Inevitables, la novela y la película, son nuestro equipaje en este viaje hacia la apoteosis de la nostalgia, un viaje a una Venecia para morir, para morir durante el tiempo del amor. 
Morir, pero morir sabiéndonos eternos por  la confusión del amor y sus caprichos. Caprichos que se alejan de la voluntad, de lo cognitivo y hasta de la moral. Caprichos, que no emprenden el éxodo ni cuando se declaran como epidemia. 
La obra concluye con una glosa convencional, no exenta de ironía, acerca de la consternación que ha suscitado en el mundo, la muerte del artista. Una posteridad que poco sabía de su vida, de su amor, de su drama y del placer de su muerte. No esperéis a la posteridad. Al fin y al cabo nada sabrá de vosotros. Del mismo modo que nada sabía de Gustav von Aschenbach, el intelectual, de reconocido prestigio, que muere enamorado del joven Tadzio, al tiempo que encuentra la inspiración más intima y sublime, la inspiración de la que no dará cuenta al mundo y que él ya creía perdida. 

Os deseo que disfrutéis de la apoteosis de la nostalgia, en Venecia. En la Venecia de Thomas Mann y de Visconti. Os deseo que os dejéis llevar, lánguidamente, por los entresijos de la belleza.

Y, os deseo, que recuperéis la inspiración perdida...




“La novela expone una anécdota en apariencia muy simple. Presenta tan sólo a dos personajes cabalmente caracterizados que despliegan una acción mínima. Los escenarios de dicha acción se reducen, casi, a los espacios de un exclusivo hotel de veraneo veneciano y a la playa contigua a dicho hotel, lugares que se alternan en la rutinaria languidez de una estancia vacacional.
El interés de la obra reside, no obstante, en el drama interior de uno de los personajes, Gustav von Aschenbach, destacado escritor alemán de edad madura que ha llegado a Venecia buscando renovar la inspiración perdida. Ya instalado en el hotel, Aschenbach se interesa en un adolescente polaco de nombre Tadzio, dotado de una belleza extraordinaria, el cual termina convirtiéndose en objeto de silenciosa adoración para el escritor.
Se inicia entonces una minuciosa descripción del trance psicológico de Aschenbach, cuya moralidad convencional comienza a ceder bajo el empuje de una pasión prohibida: el rigor intelectual y la estoica disciplina del escritor se consumen en las brasas del amor y el respetable Aschenbach se va convirtiendo en un ser indulgente a quien el tardío amor trastorna. Sin embargo, los delirios amorosos del artista se mantienen en un plano puramente intelectual, pues el temor al rechazo le impide acercarse físicamente al joven Tadzio.
Paralelos a esta anécdota, algunos cuadros descriptivos de la ciudad de Venecia y de sus habitantes se presentan aquí y allá con trazo expresionista, perfilando los rasgos de un entorno grotesco y decadente que anticipan la fatalidad: la epidemia de cólera que se cierne sigilosamente sobre la ciudad de los canales.
Las autoridades ocultan la existencia de la peste, temerosas del éxodo de los turistas. Sin embargo, los rumores acerca del mal se difunden y los extranjeros comienzan a marcharse. Aschenbach, que ha sabido de la peste tempranamente, renuncia a partir para no privarse de la cercanía de Tadzio, cuya familia parece ignorar por completo lo que está sucediendo.
La salud de Aschenbach decae progresivamente hasta que cierto día, cuando la familia del muchacho se prepara a partir como el resto de los turistas, mientras contempla extasiado a su amado Tadzio en la playa, Aschenbach sufre un desmayo que anticipa su próxima muerte”

“Existe una parte autobiográfica en esta novela, la que Thomas Mann reconoció públicamente, tras su estancia en Venecia en 1911.
La obra fue llevada al cine por Luchino Visconti en su película Muerte en Venecia. Ha inspirado también una ópera homónima de Benjamin Britten, con libreto de Myfanwy Piper. El novelista español Luisgé Martín publicó en el año 2000 La muerte de Tadzio en la que el joven Tadzio de la novela de Mann vuelve, ya mayor, a Venecia a morir y recuerda la admiración que su belleza juvenil produjo en el escritor”
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