jueves, 20 de diciembre de 2018

EL MUNDO BAJO LOS PÁRPADOS de Jacobo Siruela


Hoy os invito a soñar, pero no solo hoy ni por razón de una invitación. Dado que no os invito a una suerte de simpleza onírica. La invitación a soñar es con «El Mundo bajo los párpados» de Jacobo Siruela, un ensayo complejo y difícil y de una erudición exquisita e inmensa. ¿Aceptáis? ¡Gracias! 
 Os preguntareis, no sin motivo, por qué hemos de adentrarnos en un sueño que parece de plomo. Pues a decir verdad, porque los sueños me gustan al estilo de René Descartes. Dicho lo cual entenderé que algunos de vosotros desestiméis el aceptar la invitación. Pero así son las cosas cuando se trata de una invitación: uno puede, siempre, declinar la invitación. 

Descartes, del que todos sabéis que soy ferviente admiradora y al que dediqué hace años una novela: «Los tres sueños de la razón»,  en esta obra ensayística de Jacobo Siruela se constata que  fue el primero, Descartes, en emprender ese camino en busca de la autonomía del yo racional, hecho este que me ha conmovido. «Descartes es consciente de ellos [de los sueños] al pensar que sus sueños han sido enviados por Dios para ayudarle en su búsqueda filosófica de la verdad, lo cual indica que tuvieron para él una importancia trascendental» 

Descartes llevó el ser un soñador hasta sus últimas consecuencias y soportó el peso de ellas. «El Mundo bajo los parpados» es, por tanto, una propuesta intelectual. «Sus soñadores son arquetipos y sus mundos, prototipos de una especie estilizada de la poesía o la ficción. Sus sueños tratan, sobre todo, del estilo en que están escritos «Ha de leerse con expectativas más cercanas a un cuento de Voltaire que a una novela del XIX». 

¡Soñad sin cortapisas existencialistas, prosaicas o moralistas! 

¡Os deseo que soñéis con la belleza y empredáis un nuevo camino! 


LO QUE SE HA ESCRITO ACERCA DE LA OBRA 

«Tradicionalmente, el relato onírico ha sido corregido, ampliado, distorsionado y falsificado a fin de adecuar su estilo al gusto artístico y las costumbres de la época. En el ensayo El mundo bajo los párpados (Atalanta, Imaginatio vera, 2011), el sueño no aparece en su dimensión moral. Es decir, no supone una acusación contra la sociedad, la naturaleza humana o su destino. Por el contrario, es visto como un principio formal estético, una de las formas de la ficción. Jacobo Fitz James Stuart, Martinez de Irujo, conde de Siruela (Madrid, 1954), ha tomado prestadas las convenciones estilísticas de la escritura crítica académica para escribir una serie de ensayos de raíz fundamentalmente literaria. 

Sostiene Siruela que René Descartes fue el primero en emprender “un nuevo camino filosófico (…) en busca de la plena autonomía del yo racional” (p. 56). Los sueños dotaron al lenguaje del autor francés de profundidad, sugestión y ambigüedad. En una palabra, estilo. “Descartes es consciente de ellos al pensar que sus sueños han sido enviados por Dios para ayudarle en su búsqueda filosófica de la verdad, lo cual indica que tuvieron para él una importancia trascendental” (p. 56). El artista, pues, debe llevar la máscara del soñador a fin de crear estilo. Y sin embargo, nada más lejos que considerar el ensayo de Jacobo Siruela una defensa del esteticismo. Si bien su compromiso con el estilo es inquebrantable, sus inquietudes oníricas tienen poco que ver con la visión robustamente prosaica de un Sartre, la seriedad moralista de un Camus, o la profundidad de peso del pensamiento existencial alemán. Más bien, son la expresión de una conciencia poética llevada hasta límites insospechados. 

Las historias que componen el grueso de El mundo… no son fábulas morales o parábolas como en el caso de la obra de de Carl Gustav Jung, a la que a menudo y de forma errónea se suele comparar, ni aún meros intentos de análisis psicológico. La analogía literaria menos inadecuada sería la del ensayo filosófico del siglo XVIII. El ensayo de Siruela es la representación, no de una experiencia real, sino de una propuesta intelectual. Las conclusiones del editor madrileño han de leerse con expectativas más cercanas a un cuento de Voltaire que a una novela del XIX. Difiere, sin embargo, de sus antecedentes dieciochescos en que el argumento de los sueños es la creación de un estilo propio; en esto, Siruela es post-romántico e incluso post-simbolista. Por todo ello, 

El mundo… es un libro complejo, difícil. La abundancia de literatura crítica que ha generado trata, en vano, de establecer coordenadas y puntos de conexión. Las deudas literarias de este texto de erudición desmesurada no hacen sino aumentar su riqueza. Sus soñadores son arquetipos y sus mundos, prototipos de una especie estilizada de la poesía o la ficción. Sus sueños tratan, sobre todo, del estilo en que están escritos». www.mundiario.com
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