jueves, 23 de diciembre de 2010

APOLOGÍA DE SÓCRATES de Platón


Siempre que algo me atormenta acudo de forma recurrente a releer la “Apología de Sócrates” y hoy me atormenta la situación del mundo. La desgracia, los desheredados, los traidores, las victimas, los verdugos, la tristeza. Os invito a un “banquete” sin pretensiones eruditas. En la “Apología” hallaremos el consuelo de los siglos y de los sabios.
Os invito a sentir con ellos el valor de la vida y de la muerte, sin dramatismos innecesarios y sin  histrionismos. Todo aquello que nos acontece ya ha ocurrido con anterioridad.
En estos días todos nos deseamos Felicidad. ¿Sabemos lo que es?
Descubrí la “Apología” cuando era muy joven- no sé lo que entendí cuando la leí por primera vez- sé que me enamoré de aquél hombre, rebelde y valiente, que, con la parsimonia de la eternidad, decidió tomar la palabra y la cicuta.

Recibidlo como un regalo.


 Os dejo con la voz de Sócrates que nos legó Platón.

“Sea, pues, atenienses; poco más o menos, son éstas y, quizá, otras semejantes las cosas que podría alegar en mi defensa. Quizá alguno de vosotros se irrite, acordándose de sí mismo, si él, sometido a un juicio de menor importancia que éste, rogó y suplicó a los jueces con muchas lágrimas, trayendo a sus hijos para producir la mayor compasión posible y, también, a muchos de sus familiares y amigos, y, en cambio, yo no hago nada de eso, aunque corro el máximo peligro, según parece. Tal vez alguno, al pensar esto, se comporte más duramente conmigo e, irritado por estas mismas palabras, dé su voto con ira. Pues bien, si alguno de vosotros es así -ciertamente yo no lo creo, pero si, no obstante, es así-, me parece que le diría las palabras adecuadas, al decirle: «También yo, amigo, tengo parientes. Y, en efecto, me sucede lo mismo que dice Homero, tampoco yo he nacido de una encina ni de una roca, sino de hombres, de manera que también yo tengo parientes y por cierto, atenienses, tres hijos, uno ya adolescente y dos niños.» Sin embargo, no voy a hacer subir aquí a ninguno de ellos y suplicaros que me absolváis. ¿Por qué no voy a hacer nada de esto? No por arrogancia, atenienses, ni por desprecio a vosotros. Si yo estoy confiado con respecto a la muerte o no lo estoy, eso es otra cuestión. Pero en lo que toca a la reputación, la mía, la vuestra y la de toda la ciudad, no me parece bien, tanto por mi edad como por el renombre que tengo, sea verdadero o falso, que yo haga nada de esto, pero es opinión general que Sócrates se distingue de la mayoría de los hombres. Si aquellos de vosotros que parecen distinguirse por su sabiduría, valor u otra virtud cualquiera se comportaran de este modo, sería vergonzoso. A algunos que parecen tener algún valor los he visto muchas veces comportarse así cuando son juzgados, haciendo cosas increíbles porque creían que iban a soportar algo terrible si eran condenados a muerte, como si ya fueran a ser inmortales si vosotros no los condenarais (…)”

“...Deseo predeciros a vosotros, mis condenadores, lo que va a seguir a esto. En efecto, estoy yo ya en ese momento en el que los hombres tienen capacidad de profetizar, cuando van ya a morir. Yo os aseguro, hombres que me habéis condenado, que inmediatamente después de mi muerte os va a venir un castigo mucho más duro, por Zeus, que el de mi condena a muerte. En efecto, ahora habéis hecho esto creyendo que os ibais a librar de dar cuenta de vuestro modo de vida, pero, como digo, os va a salir muy al contrario. Van a ser más los que os pidan cuentas, ésos a los que yo ahora contenía sin que vosotros lo percibierais. Serán más intransigentes por cuanto son más jóvenes, y vosotros os irritaréis más. Pues, si pensáis que matando a la gente vais a impedir que se os reproche que no vivís rectamente, no pensáis bien.
Este medio de evitarlo ni es muy eficaz, ni es honrado. El más honrado y el más sencillo no es reprimir a los demás, sino prepararse para ser lo mejor posible. Hechas estas predicciones a quienes me han condenado les digo adiós.
Con los que habéis votado mi absolución me gustaría conversar sobre este hecho que acaba de suceder, mientras los magistrados están ocupados y aún no voy adonde yo debo morir.
Quedaos, pues, conmigo, amigos, este tiempo, pues nada impide conversar entre nosotros mientras sea posible. Como sois amigos, quiero haceros ver qué significa, realmente, lo que me ha sucedido ahora. En efecto, jueces pues llamándoos jueces os llamo correctamente-, me ha sucedido algo extraño. La advertencia habitual para mí, la del espíritu divino, en todo el tiempo anterior era siempre muy frecuente, oponiéndose aun a cosas muy pequeñas, si yo iba a obrar de forma no recta. Ahora me ha sucedido lo que vosotros veis, lo que se podría creer que es, y en opinión general es, el mayor de los males. Pues bien, la señal del dios no se me ha opuesto ni al salir de casa por la mañana, ni cuando subí aquí al tribunal, ni en ningún momento durante la defensa cuando iba a decir algo. Sin embargo, en otras ocasiones me retenía, con frecuencia, mientras hablaba. En cambio, ahora, en este asunto no se me ha opuesto en ningún momento ante ningún acto o palabra. ¿Cuál pienso que es la causa? Voy a decíroslo. Es probable que esto que me ha sucedido sea un bien, pero no es posible que lo comprendamos rectamente los que creemos que la muerte es un mal. Ha habido para mí una gran prueba de ello. En efecto, es imposible que la señal habitual no se me hubiera opuesto, a no ser que me fuera a ocurrir algo bueno(...)

“...Es preciso que también vosotros, jueces, estéis llenos de esperanza con respecto a la muerte y tengáis en el ánimo esta sola verdad, que no existe mal alguno para el hombre bueno, ni cuando vive ni después de muerto, y que los dioses no se desentienden de sus dificultades.
Tampoco lo que ahora me ha sucedido ha sido por casualidad, sino que tengo la evidencia de que ya era mejor para mí morir y librarme de trabajos. Por esta razón, en ningún momento la señal divina me ha detenido y, por eso, no me irrito mucho con los que me han condenado ni con los acusadores. No obstante, ellos no me condenaron ni acusaron con esta idea, sino creyendo que me hacían daño. Es justo que se les haga este reproche. Sin embargo, les pido una sola cosa. Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causándoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacéis esto, mis hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir. Quién de nosotros se dirige a una situación mejor es algo oculto para todos, excepto para el dios”

lunes, 6 de diciembre de 2010

ESPAÑA INVERTEBRADA de José Ortega y Gasset


Hoy os invito a meditar con Ortega y Gasset (1883-1955) y con su “España invertebrada”; esta invitación es un deleite para quien os la propone y deseo que también lo sea para quienes se acercan a la lectura por estos mares literarios.
En esta ocasión tomaremos fragmentos de prólogos a sus múltiples ediciones y también fragmentos de la propia obra. Será un "buffet libre". La obra la leí hace muchos años y la he vuelto a leer y releer otras tantas veces para intentar, sin sectarismos, y desde mi vocación histórica y filosófica dar “algún sentido” a este reino en donde nací. El Reino de España. En dos ocasiones República. Hoy Reino.
“España Invertebrada”, es un boceto de un “ensayo de ensayo”, publicado en 1922 que se construye con los artículos que el diario “El Sol” venía editando desde 1920. Lo que siempre me ha estremecido de esta gran obra es su actualidad. No es necesario que os manifieste que Ortega es para mí el pensador por antonomasia. Hombre cabal de inteligencia preclara. Un intelectual, no un esforzado hombre del saber para conseguir méritos académicos. En todo momento he hallado en sus obras matices nuevos y  proféticos. 
Con la lectura de " España Invertebrada" siempre  he entendido, más y mejor, el porqué  de los fantasmas que nos mantienen encarcelados en actitudes impropias de un  Reino con vocación de modernidad. He llegado a explicarme, en un concilio de hechos innegables, que  siglo a siglo- desde la Edad Media- nos hemos deconstruido y es por ello, que hoy somos lo que somos: una España invertebrada. 

Os deseo que este "buffet libre" os lleve a “repensar” Os conduzca lejos del inmovilismo de “pensar  que lo que pensamos es lo único y lo verdadero”. Porque lo más probable es que ya lo hayan pensado otros antes que nosotros.


“España, España, España,
Dos mil años de historia no acabaron de hacerte...”
Eugenio de Nora, “Canto”.

“…España una nace así en la mente de Castilla, no como una intuición de algo real –España no era, en realidad, una-, sino como un ideal esquema de algo realizable, un proyecto incitador de voluntades, un mañana imaginario capaz de disciplinar el hoy y de orientarlo, a la manera que el blanco atrae la flecha y tiende el arco. NO de otra suerte, los codos en su mesa del hombre de negocios, inventa Cecil Rodees la idea de Rhodesia: un imperio que podía ser creado en la entraña salvaje del África. Cuando la tradicional política de Castilla logró conquistar para sus fines el espíritu claro, penetrante, de Fernando el Católico, todo se hizo posible. La genial vulpeja aragonesa comprendió que Castilla tenía razón, que era preciso domeñar la hosquedad de sus paisanos e incorporarse a una España mayor. Sus pensamientos de alto vuelo sólo podían ser ejecutados desde Castilla, porque solo en ella encontraban nativa resonancia. Entonces se logra la unidad española; mas ¿para qué, con que fin, bajo que ideas ondeadas como banderas incitantes? ¿Para vivir juntos, para sentarse en torno al fuego central, a la vera unos de otros, como viejas sibilantes en invierno?Todo lo contrario. La unión se hace para lanzar la energía española a los cuatro vientos, para inundar el planeta, para crear un Imperio aún más amplio. La unidad de España se hace para esto y por esto. La vaga imagen de tales empresas es una palpitación de horizontes que atrae, sugestiona e incita a la unión, que funde los temperamentos antagónicos en un bloque compacto. Para quien tiene buen oído histórico, no es dudoso que la unidad española fue, ante todo y sobre todo, la unificación de las dos grandes políticas internacionales que a la sazón había en la península: la de Castilla, hacia África y el centro de Europa; la de Aragón hacia el Mediterráneo. El resultado fue, que por vez primera en la historia, se idea una Weltpolitik: la unidad española fue hecha para intentarla” ( Pág, 33)

“…Yo siento mucho no coincidir con el pacifismo contemporáneo en su antipatía hacia la fuerza; sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado, y si la excluimos del porvenir sólo podremos imaginar una humanidad caótica. Pero también es cierto que con sólo la fuerza no se ha hecho nunca cosa que merezca la pena…( Pág, 28)”

“…Lo que la gente piensa y dice –la opinión pública- es siempre respetable, pero casi nunca expresa con rigor sus verdaderos sentimientos. La queja del enfermo no es el nombre de su enfermedad. El cardíaco suele quejarse de todo su cuerpo menos de su víscera cordial. A lo mejor nos duele la cabeza, y lo que tienen que curarnos es el hígado. Medicina y política, cuanto mejores son, más se parecen al método de Ollendorf.” ( Pág, 37)

“…El propósito de este ensayo es corregir la desviación en la puntería del pensamiento político al uso, que busca el mal radical del catalanismo y el bizcaitarrismo en Cataluña y en Vizcaya, cuando no es allí donde se encuentra. ¿Dónde, pues? Para mi esto no ofrece duda: cuando una sociedad se consume víctima del particularismo, puede siempre afirmarse que el primero en mostrarse particularista fue precisamente el Poder central. Y esto es lo que ha pasado en España. Castilla ha hecho a España y Castilla la ha deshecho” ( Pág, 38)

“…Pues bien: la vida social española ofrece en nuestros días un extremado ejemplo de este atroz particularismo. Hoy es España, más bien que una nación, una serie de compartimentos estancos.
Se dice que los políticos no se preocupan del resto del país. Esto, que es verdad, es, sin embargo, injusto porque parece atribuir exclusivamente a los políticos pareja despreocupación. La verdad es que si para los políticos no existe el resto del país, para el resto del país existen mucho menos los políticos. Y ¿qué acontece dentro de ese resto no político de la nación? ¿Es que el militar se preocupa del industrial, del intelectual, del agricultor, del obrero? Y lo mismo debe decirse del aristócrata, del industrial o del obrero respecto a las demás clases sociales. Vive cada gremio herméticamente cerrado dentro de sí mismo. No siente la menor curiosidad por lo que acaece en el recinto de los demás. Ruedan los unos sobre los otros como orbes estelares que se ignoran mutuamente. Polarizado cada cual en sus tópicos gremiales, no tiene ni noticia de los que rigen el alma del grupo vecino. Ideas, emociones, valores creados dentro de un núcleo profesional o de una clase, no trascienden lo más mínimo a las restantes. El esfuerzo titánico que se ejerce en un punto del volumen social no es transmitido, ni obtiene repercusión unos metros más allá, y muere donde nace. Difícil será imaginar una sociedad menos elástica que la nuestra; es decir, difícil será imaginar un conglomerado humano que sea menos una sociedad. Podemos decir de toda España lo que Calderón decía de Madrid en una de sus comedias:

Está una pared aquí
de la otra más distante
que Valladolid de Gante” ( Pág, 44).

“…La enfermedad española es, por malaventura, más grave que la susodicha “inmoralidad pública”. Peor que tener una enfermedad es ser una enfermedad. Que una sociedad sea inmoral, tenga o contenga inmoralidad, es grave; pero que una sociedad no sea una sociedad, es mucho más grave. Pues bien: éste es nuestro caso. La sociedad española se está disociando desde hace largo tiempo porque tiene infeccionada la raíz misma de la actividad socializadora.
El hecho primario social no es la mera reunión de unos cuantos hombres, sino la articulación que en ese ayuntamiento se produce inmediatamente. El hecho primario social es la organización en dirigidos y directores de un montón humano. Esto supone en unos cierta capacidad para dirigir; en otros cierta facilidad íntima para dejarse dirigir. En suma, donde no hay una minoría que actúa sobre una masa colectiva, y una masa que sabe aceptar el influjo de una minoría, no hay sociedad, o se está muy cerca de que no la haya. Pues bien, En España vivimos hoy entregados al imperio de las masas. Los miopes no lo creen así porque, en efecto, no ven los motines en las calles ni asaltos a los Bancos y ministerios.
Pero esa revolución callejera significaría solo el aspecto político que toma, a veces, el imperio de una masa social determinada: la proletaria(…) Dondequiera asistimos al deprimente espectáculo de que los peores, que son los más, se revuelven frenéticamente contra los mejores.¿Cómo va a haber organización en la política española, si no la hay ni siquiera en las conversaciones? España se arrastra invertebrada, no ya en su política, sino, lo que es más hondo y sustantivo que la política, en la convivencia social misma. De esta manera no podrá funcionar mecanismo alguno de los que integran la máquina pública. Hoy se parará una institución, mañana otra, hasta que sobrevenga el definitivo colapso histórico.
Ni habrá ruta posible para salir de tal situación, porque negándose la masa a lo que es su biológica misión, esto es, a seguir a los mejores, no aceptará ni escuchará las opiniones de éstos, y solo triunfarán en el ambiente colectivo las opiniones de la masa, siempre inconexas, desacertadas y pueriles.(Pág, 57,58)

“…Si ahora tornamos los ojos a la realidad española, fácilmente descubriremos en ella un atroz paisaje saturado de indocilidad y sobremanera exento de ejemplaridad. Por una extraña y trágica perversión del instinto encargado de las valoraciones, el pueblo español, desde hace siglos, detesta todo hombre ejemplar, o, cuando menos está ciego para sus cualidades excelentes. Cuando se deja conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios. (Pág, 67)


“…En España ha llegado a triunfar en absoluto el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas rigen indiscutidas e indiscutibles normas de una atroz trivialidad, de un devastador filisteísmo. Es curioso presenciar cómo en todo instante y ocasión la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor fineza. (Pág, 83,84)

jueves, 2 de diciembre de 2010

EL SOL DE LOS SCORTA de Laurent Gaudé


Ahora que el frío se ha instalado entre nosotros y que el mundo se presenta hipotecado y apocalíptico,he pensado en invitaros a “El sol de los Scorta” de Laurent Gaudé ( París, 1972). Es una obra maestra, traducida a más de treinta idiomas, una pieza única de esas que sólo son capaces de pergeñar los gigantes. En su lectura hallaremos la explicación a la mísera herencia que deja la vida. Generación tras generación nos hacemos eternos, cuando al morir dejamos el testigo a los que nos siguen. Damos el relevo. Hallaremos la riqueza intangible, la única y verdadera riqueza, compuesta de recuerdos y de una insaciable sed por vivir y también aprenderemos que los secretos- no el silencio- nos hacen fuertes y poderosos.
Os invito, a un universo de pasiones, afrentas y desafíos atemporales. Desde la Italia del sur nos llegan los ecos de la tragedia griega. Y lo más importante: es una novela que nos reconcilia con nosotros mismos. 
Con su esencia humanista, “El sol de los Scorta” nos desvelará los misteriosos vínculos que se establecen entre nuestro destino, nuestro temperamento y el momento y el lugar donde nacemos.
Aquella noche de 2007 bebí de un sorbo “El sol de los Scorta”. Me embriagó su realidad, su lenguaje rápido, su pasión. Nunca la he podido olvidar. Forma parte de los libros que más amo.
Os invito, a través de las palabras introductorias que el autor ha elegido, tomadas de Cesare Pavese, a repensar el sudor de los días y sus trabajos.


“Una tarde caminábamos al pie de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
con el rostro bronceado, que se mueve despacio,
callado. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió de estar muy solo
-un gran hombre entre idiotas o un pobre loco-
para enseñar a los suyos tanto silencio.”



Gaudé, nos introduce a través de las piedras calientes del destino y nos atrapa desde la maldición de Rocco; desde allí recorremos el regreso de los desheredados, el estanco de los callados, el banquete, los comedores de sol, la tarantela, la zambullida del sol y el terremoto hasta la procesión de San Elia.
Homero se pasea por Montepuccio y los olivos del Mediterráneo, con su sol inmisericorde, nos lleva hasta Platón y hasta Aristóteles. Pero los sentimos como parte de nuestra piel. Esa es la grandeza del autor. Los convierte en personajes de nuestro tiempo en los que nos reconocemos plenamente. Nada en ellos no es ajeno.


He elegido algunos fragmentos con los que convivo y trato de comprender algunos dilemas del sudor de los días:


“...Se dijo que había sido un hombre. Sólo un hombre. Don Salvatore tenía razón. Bajo el sol de Montepuccio, los hombres como las aceitunas, eran eternos. ( Pág, 235 ).

“…Volvió a pensar en aquellos años, y tuvo la sensación de que no había dispuesto de un segundo para recobrar el aliento. Había corrido detrás del dinero. Había trabajado sin descanso hasta que sus noches fueron tan cortas como sus siestas. Pero, sí, había sido feliz. Su tío, su viejo tío Faelucc’, que un día le había dicho “Aprovecha el sudor”, tenía razón. Eso era lo que había ocurrido. Había sido feliz y había trabajado hasta el agotamiento. Su felicidad era hija de ese cansancio. Había luchado. Se había empleado a fondo(…) Tenía dinero, pero aquella felicidad salvaje, arrancada a la vida, había quedado atrás” (Pág, 221).

“… ¿Cómo se pesa la vida de un hombre? La suya había sido como cualquier otra. Llena, sucesivamente, de alegrías y lágrimas” ( Pág, 220).

“ …Soy el sol…Hasta el final del mar…”( Pág, 201).

“…Nada me detendrá…El sol ya puede matar todos los lagartos de las colinas, pero yo resistiré…” ( Pág, 16).


domingo, 21 de noviembre de 2010

ENSAYO SOBRE LA CEGUERA de José Saramago



“Ensayo sobre la ceguera” de Saramago ( Portugal, 1922-España, 2010) me llegó a través del sabio afecto de un amigo. Mis amigos son sabios y afectuosos. Hoy os invito a sentir la sabiduría de aquel afecto. Transcurría el año 1996 y yo atravesaba uno de esos momentos "inciertos" que la vida tantas veces nos regala a modo de:¡a ver si aprendes de una vez! Lo cierto es que la vida no es una buena pedagoga, al menos esa es mi opinión, o tal vez yo no sea una alumna aventajada.
La amo y me apasiona- la vivo intensamente- pero casi siempre aprendo mal y tarde de ella. Soy lo que podríamos denominar una “librolica anónima” que de vez en cuando entra en la realidad para echarle un vistazo. Y “visto lo visto” se retira a la ceguera.

Mis amigos conocen bien "mi afición por la ceguera" cuando la realidad se impone con sus absurdos y sus pedanterías . Es por ello que esa tarde el regalo prometía ser sumamente revelador. Siempre me había dicho a mi misma: ¡estás ciega! Y ahora venía Saramago con un ensayo acerca de la ceguera. ¡Todo un bombardeo en la línea de flotación! Recuerdo que comentamos, delante de una taza de café, los trazos argumentales de la contracubierta:
“Un hombre parado en un semáforo en rojo se queda ciego súbitamente. Es el primer caso de una “ceguera blanca” que se expande de manera fulminante. Internados en cuarentena o perdidos en la ciudad, los ciegos tendrán que enfrentarse con lo que existe de más primitivo en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio…” “nos alerta acerca de “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron…” “nos obliga a parar, cerrar los ojos y ver…”“recuperar la lucidez y rescatar el afecto son dos propuestas fundamentales de una novela que es, también, una reflexión sobre la ética del amor y la solidaridad…”
Ante las prometedoras líneas que nos introducían en la novela mi anhelo por descubrirla aumentaba. El autor de aquel regalo afectivo y oportuno jugaba con la ventaja de haber leído el libro y el humor y la ironía se impusieron. Naturalmente la " Parábola de los ciegos" de Pieter Brueghel que la editorial había elegido para la cubierta nos adentró en los vericuetos de la pintura. Pasión que compartíamos.

Hoy os invito a sentir la agnosis, la incapacidad de reconocer lo que se ve.Hay demasiadas razones para que el cerebro humano no quiera ver lo evidente; siempre nos alejamos de nuestros deseos más profundos y en consecuencia la mente se aburre con nuestras falsas verdades y con nuestros eufemismos.

En el 2006 se anunció la adaptación al cine de la novela. La película fue dirigida por Fernando Meirelles, se titula Blindness -conocida en español como Ceguera o A ciegas- y se estrenó en el 2008. No superó al libro.

¡Os espero tras la agnosis!


Con Saramago existe un ejercicio de concentración aún mayor por las características narrativas del autor. Utiliza párrafos largos, muchos verbos, pocos adjetivos explicativos y no usa el punto y seguido, en su lugar utiliza una coma y escribe la palabra posterior en mayúsculas. Además, alterna narraciones en tercera persona con monólogos de algunos de los personajes, de forma que a veces no es evidente saber si el personaje está hablando o pensando lo que está escrito. Sin embargo, su estilo delirante, en esta obra, nos procura una lectura cómplice que nos atrapa.
“Ensayo sobre la ceguera” podría ser una novela de terror, porque es difícil superar el impacto de la situación: un señor que conduce, y que de repente, ante un semáforo en rojo, se queda ciego. Pero no una ceguera normal: una amaurosis. En su desesperación, acude a varias personas para consolarse ante tal desgracia y con la esperanza de curarse o al menos de comprender el origen de su repentina tragedia.
La consecuencia directa es que todo aquel que ha tenido contacto, por mínimo que sea, con ese señor, se vuelve igualmente ciego. Esto es así hasta que la epidemia, de carácter exponencial, obliga al gobierno a intervenir para “aislar a los infectados”, que hasta ese momento son centenares, y mandan a los militares a expulsarlos a un manicomio abandonado. El poder del Estado sobre el individuo es sobrecogedor.

“Allí los protagonistas, de los que en ningún momento el narrador se molesta en decirnos sus nombres, malviven en unas condiciones inhumanas. Al principio la situación, dentro de que están desesperados por su ceguera, es tolerable, pero conforme avanzan los días y las dosis de provisiones se reducen -por miedo de los militares a infectarse-, se forman clanes, las mujeres son obligadas a prostituirse con el fin de intercambiar comida robada, la higiene y la salud comienza a obviarse por completo, el miedo y la resignación se apoderan de los ciegos, hasta que aparece un resquicio de esperanza: una mujer no está ciega y ha estado fingiendo todo el tiempo estar infectada, por lo que sirve de guía a sus compañeros.
Con un final muy acertado Ensayo sobre la ceguera es una de las grandes novelas acerca de la condición humana, próxima a El Señor de las Moscas, de William Golding  e inspirada levemente en el Leviatán, de Thomas Hobbes, en la idea de que “el hombre es un lobo para el hombre”. Aquí el aforismo se matiza en que “el hombre es cruel y despiadado por naturaleza ante situaciones extremas”.

Os propongo algunos fragmentos:

“La lógica y la eficacia mandaban que su participación de lo que estaba ocurriendo se hiciera directamente, comunicándolo lo antes posible a un alto cargo responsable del ministerio de la Salud, pero no tardó en cambiar de idea cuando se dio cuenta de que presentarse sólo como un médico que tenía una información importante y urgente que comunicar no era suficiente para convencer al funcionario medio con quien, por fin, después de muchos ruegos, la telefonista condescendió a ponerlo en contacto. El hombre quiso saber de qué se trataba, antes de pasarlo a su superior inmediato, y estaba claro que cualquier médico con sentido de la responsabilidad no iba a ponerse a anunciar la aparición de una epidemia de ceguera al primer subalterno que se le pusiera delante, el pánico sería inmediato. Respondía desde el otro lado el funcionario, Me dice usted que es médico, si quiere que le diga que le creo, sí, le creo, pero yo tengo órdenes, o me dice de qué se trata, o cuelgo, Es un asunto confidencial, Los asuntos confidenciales no se tratan por teléfono, será mejor que venga aquí personalmente, No puedo salir de casa, Quiere decir que está enfermo, Sí, estoy enfermo, dijo el ciego tras una breve vacilación, En ese caso, lo que tiene que hacer es llamar al médico, a un médico auténtico, replicó el funcionario, y, muy satisfecho de su ingenio colgó el teléfono…"( Pág, 26)

"La ocurrencia había brotado de la cabeza del ministro mismo. Era, por cualquier lado que se la examinara, una idea feliz, incluso perfecta, tanto en lo referente a los aspectos meramente sanitarios del caso como a sus implicaciones sociales y a sus derivaciones políticas. Mientras no se aclarasen las causas, o, para emplear un lenguaje adecuado, la etiología del mal blanco, como gracias a la inspiración de un asesor imaginativo la malsonante palabra ceguera sería designada, mientras no se encontrara para aquel mal tratamiento y cura, y quizá una vacuna que previniera la aparición de casos futuros, todas las personas que se quedaran ciegas, y también quienes con ellas hubieran tenido contacto físico o proximidad directa, serían recogidas y aisladas, para evitar así ulteriores contagios que, de verificarse, se multiplicarían según lo que matemáticamente es costumbre denominar progresión geométrica. Quod erat demonstrandum, concluyó el ministro. En palabras al alcance de todo el mundo, se trataba de poner en cuarentena a todas aquellas personas, de acuerdo con la antigua práctica, heredada de los tiempos del cólera y de la fiebre amarilla, cuando los barcos contaminados, o simplemente sospechosos de infección, tenían que permanecer apartados cuarenta días, Hasta ver. Estas mismas palabras, Hasta ver, intencionales por su tono, pero sibilinas por faltarle otras, fueron pronunciadas por el ministro, que más tarde precisó su pensamiento, Quería decir que tanto pueden ser cuarenta días como cuarenta semanas, o cuarenta meses, o cuarenta años, lo que es preciso es que nadie salga de allí. Ahora hay que decidir dónde los metemos, señor ministro, dijo el presidente de la Comisión de Logística y Seguridad, nombrada al efecto con toda prontitud, que debería encargarse del transporte, aislamiento y auxilio a los pacientes, De qué posibilidades inmediatas disponemos, quiso saber el ministro, Tenemos un manicomio vacío, en desuso, a la espera de destino, unas instalaciones militares que dejaron de ser utilizadas como consecuencia de la reciente reestructuración del ejército, una feria industrial en fase adelantada de construcción, y hay también, y no han conseguido explicarme por qué, un hipermercado en quiebra, Y, en su opinión, cuál serviría mejor a los fines que nos ocupan, El cuartel es lo que ofrece mejores condiciones de seguridad, Naturalmente, Tiene, no obstante, un inconveniente, es demasiado grande, y la vigilancia de los internos sería difícil y costosa, Entiendo, En cuanto al hipermercado, habría que contar, probablemente, con impedimentos jurídicos diversos, cuestiones legales a tener en cuenta, Y la feria, La feria, señor ministro, creo que sería mejor no pensar en ella, Por qué, No le gustaría al ministerio de Industria, se han invertido allí millones, Queda el manicomio, Sí, señor ministro, el manicomio, Pues el manicomio, Sin duda es el edificio más adecuado, porque, aparte de estar rodeado de una tapia en todo su perímetro, tiene la ventaja de que se compone de dos alas, una que destinaremos a los ciegos propiamente dichos, y otra para los contaminados, aparte de un cuerpo central que servirá, por así decir, de tierra de nadie, por donde los que se queden ciegos podrán pasar hasta juntarse a los que ya lo están. Veo un problema, Cuál, señor ministro, Nos veremos obligados a meter allí personal para orientar las transferencias, y no creo que haya voluntarios, No creo que sea necesario, señor ministro, A ver, explíquese, En caso de que uno de los contaminados se quede ciego, como es natural que ocurra antes o después, los que aún conservan la vista lo echarán de allí de inmediato, Es verdad, Del mismo modo que no permitirían la entrada de un ciego que quisiera cambiar de sitio, Bien pensado, Gracias, señor ministro, podemos pues poner en marcha el plan, Sí, tiene carta blanca. La comisión actuó con rapidez y eficacia. Antes de que anocheciera ya habían sido recogidos todos los ciegos de que había noticia, y también cierto número de posibles contagiados, al menos aquellos a quienes fue posible identificar y localizar en una rápida operación de rastreo ejercida sobre todo en los medios familiares y profesionales de los afectados por la pérdida de visión. Los primeros en ser trasladados al manicomio desocupado fueron el médico y su mujer. Había soldados de vigilancia. Se abrió el portalón para que los ciegos pasaran, y luego fue cerrado de inmediato. Sirviendo de pasamanos, una gruesa cuerda iba del portón de entrada a la puerta principal del edificio. Sigan un poco hacia la derecha, ahí hay una cuerda, agárrenla y síganla siempre hacia delante, hacia delante, hasta los escalones, los escalones son seis, advirtió un sargento. Ya en el interior, la cuerda se bifurcaba, una hacia la izquierda, otra hacia la derecha, el sargento gritó, Atención, su lado es el derecho. Al tiempo que arrastraba la maleta, la mujer guiaba al marido hacia la sala más próxima a la entrada…" (Pág 30-31)

"Pero no es así, por todas partes hay ciegos con la boca abierta hacia las alturas, matando la sed, almacenando agua en todos los rincones del cuerpo, y otros ciegos, más previsores, y sobre todo más sensatos, sostienen en sus manos cubos, palanganas, cazos, y lo levantan al cielo generoso, cierto es que Dios da nubes cuando hay sed. No se le había ocurrido a la mujer del médico la posibilidad de que de los grifos de las casas no saliera ni una gota del precioso líquido, es defecto de la civilización, nos habituamos a la comodidad del agua canalizada, llevada a domicilio, y olvidamos que, para que tal suceda, tiene que haber gente que abra y cierre las válvulas de distribución, estaciones elevadoras que necesitan energía eléctrica, computadoras para regular los débitos y administrar las reservas, y para todo faltan ojos. También faltan para ver este cuadro, una mujer cargada con bolsas de plástico, andando por una calle inundada, entre basura podrida y excrementos humanos y de animales, automóviles y camiones abandonados de cualquier manera, bloqueando la vía pública, algunos con las ruedas ya cercadas de hierba, y los ciegos, los ciegos, con la boca abierta, abriendo también los ojos hacia el cielo blanco, parece imposible cómo puede llover de un cielo así. La mujer del médico va leyendo los nombres de las calles, unos los recuerda, otros no, hasta que llega un momento en que comprende que se ha desorientado y anda perdida. No hay duda, se ha extraviado. Dio una vuelta, dio otra, ya no reconoce ni las calles ni los nombres que llevan, entonces, desesperada, se deja caer en un suelo sucísimo, empapado en cieno negro, y, vacía de fuerzas, de todas las fuerzas, rompe a llorar. Los perros la rodearon, olfatean las bolsas, pero sin convicción, como si ya se les hubiera pasado la hora de comer, uno de ellos le lame la cara, tal vez desde pequeño esté habituado a enjugar llantos. La mujer le acaricia la cabeza, le pasa la mano por el lomo empapado, y el resto de lágrimas las llora abrazada a él. Cuando al fin alzó los ojos, mil veces alabado sea el dios de las encrucijadas, ve que tiene ante ella un gran plano, de esos que los departamentos de turismo colocan en el centro de las ciudades, sobre todo para uso y tranquilidad de los visitantes, que tanto quieren poder decir adónde han ido como saber dónde están. Ahora, estando todos ciegos, parece fácil dar por mal empleado el dinero que han gastado, pero, en fin, hay que tener paciencia, dar tiempo al tiempo, debíamos haber aprendido ya, y de una vez para siempre, que el destino tiene que dar muchos rodeos para llegar a cualquier parte, sólo él sabe lo que le habrá costado traer aquí este plano para decir a esta mujer dónde está. No estaba tan lejos como creía, sólo se había desviado un poco en otra dirección, no tienes más que seguir por esta calle hasta una plaza, ahí cuentas dos calles a la izquierda, doblas después en la primera a la derecha, ésa es la que buscas, del número no te has olvidado. Los perros se fueron quedando atrás, algo los distrajo por el camino, o están muy acostumbrados al barrio y no quieren dejarlo, sólo el perro que había bebido las lágrimas acompañó a quien las lloraba, probablemente este encuentro de la mujer y el plano, tan bien dispuesto por el destino, incluía igualmente al perro. Lo cierto es que entraron juntos en la tienda, al perro de las lágrimas no le sorprendió ver a todas aquellas personas tendidas en el suelo, tan inmóviles que parecían muertos, estaba habituado, a veces lo dejaban dormir entre ellas, y cuando era hora de levantarse, casi siempre estaban vivas. Despertad, si estáis durmiendo, traigo comida, dijo la mujer del médico, pero primero había cerrado la puerta, no la vaya a oír alguien que pase por la calle. El niño estrábico fue el primero en levantar la cabeza, sólo eso puede hacer, la debilidad no le dejaba, los otros tardaron un poco más, estaban soñando que eran piedras, y nadie ignora lo profundo que es el sueño de las piedras, un simple paseo por el campo lo demuestra, allí están durmiendo, medio enterradas, esperando no se sabe qué despertar. Tiene, no obstante, la palabra comida poderes mágicos, mayormente cuando aprieta el apetito, hasta el perro de las lágrimas, que no conoce lenguaje, empezó a mover el rabo, el instintivo movimiento le hizo recordar que aún no había hecho aquello a que están obligados los perros mojados, se agitó con violencia, salpicando todo a su alrededor, en ellos es fácil, llevan la piel como quien lleva un abrigo.
Agua bendita de la más eficaz, bajada directamente del cielo, aquella rociada ayudó a las piedras a transformarse en personas, mientras la mujer del médico participaba de la metamorfosis abriendo una tras otra las bolsas de plástico. No todo olía a lo que contenía, pero el perfume de un trozo de pan duro ya sería, hablando elevadamente, la esencia misma de la vida. Están, al fin, todos despiertos, tienen las manos trémulas, las caras ansiosas, y entonces el médico, tal como le había ocurrido antes al perro de las lágrimas, recuerda quién es, Cuidado, no conviene comer mucho, puede hacernos daño, Lo que nos hace daño es el hambre, dijo el primer ciego, Haz caso de lo que dice el doctor, le reprendió la mujer, y el marido se calló, pensando con una sombra de rencor, Éste ni de ojos entiende, palabras injustas éstas, tanto más si tenemos en cuenta que no está el médico menos ciego que los otros, la prueba es que ni advirtió que su mujer venía desnuda de cintura para arriba, fue ella quien le pidió la chaqueta para taparse, los otros ciegos miraron en su dirección, pero era demasiado tarde, que hubieran mirado antes…"( Pág, 174-175-176).

lunes, 8 de noviembre de 2010

MEMORIAS DE UN AMANTE SARNOSO de Groucho Marx


Hoy es el cumpleaños de mi padre y por ello os invito al Groucho Marx escritor (Estados Unidos 1890-1977 ). Es, por tanto, una invitación a la impertinencia de lo mordaz y a la desfachatez necesaria para mirar la vida desde su verborrea cáustica.
Antes de adentrarnos en el libro “Memorias de un amante sarnoso”, deseo recordar con vosotros algunas de sus frases más célebres, lo hago por puro placer, por el placer de sentir los pensamientos de Groucho.

 "No deseo pertenecer a ningún club que acepte como socio a alguien como yo". Una de las frases que más me fascina de él. Porque cierto es que en ella hasta el propio Kant se hubiera puesto a pensar si dice lo que aparenta decir o aparenta decir lo que no dice.

“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Con certeza sé que era un hombre comprometido.

“Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien”. Era, sin duda, un romántico, un tímido y por ello conocer “muy bien” a las personas no le interesaba. Tenía razones de peso.

“Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…” Un nostálgico empedernido que sabe que las “pequeñas cosas” también tienen un precio por muy pequeñas que sean y que, naturalmente, ser pobre es una manera noble de sublimarlas.

“¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?” Es un cogito ergo sum que Descartes hubiera suscrito.

“Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Con esta frase comprendo el sentido repulsivo que produce en mí la televisión. ¡Y como lo dijo Groucho Marx me siento reconfortada!.

No hablaré aquí de su faceta de actor, aunque continúo viendo sus películas y me siguen divirtiendo. Sin embargo, la invitación era a un libro: “Memorias de un amante sarnoso” (publicado en 1963).  En él no contento con relatarnos algunas de sus aventuras galantes —condenadas eternamente al fracaso—, Groucho se lanza a una hilarante historia universal del amor, o mejor dicho del sexo, «esa gloriosa experiencia que la madre naturaleza improvisó con el fin de mantenernos en pie y, de vez en cuando, acostados».
Nadie más desvergonzado ni sarcástico para hablar del amor que Groucho, «amante sarnoso», como él mismo se califica, no sólo por su obsesión por las mujeres, sino sobre todo por su desfachatez. Aunque estas memorias no revelen ningún gran escándalo erótico -por desgracia, pues, como él dice, le habría asegurado las ventas-, ni recetas infalibles para la conquista amorosa, si proporcionan al lector en cada página una plenitud cómplice.

Espero que con esta invitación disfrutéis del primer vocabulario del hombre: la sonrisa.


Las " Memorias de un amante sarnoso" nos deja posados en un tiempo universal, repleto de anécdotas y reflexiones en donde la risa y la inteligencia componen la constelación de la buena literatura. 

El título: Sé muy bien que el título de este libro es engañoso…

La dedicatoria es toda una revelación:
Este libro fue escrito durante las prolongadas horas que pasé aguardando a que mi esposa acabara de vestirse para salir. En este sentido, si nunca se hubiera puesto nada encima, jamás se habría escrito este libro.

Acerca de la primera parte: 
L’ amour la gran diversión

En el Capítulo primero : ¡Viva la diferencia! advierte que no puede decir “los dos sexos”, porque actualmente existen tantas variedades que, si alguien dice “los dos sexos” se expone a que sus amigos lo consideren como a un ser caduco y anacrónico preguntándole en que caverna habrá residido en las últimas tres décadas.

Epílogo desde mi mecedora nos trasporta a su genialidad destructiva.

El final: Una nota sobre el autor escrita por Groucho Marx.
Escribir una autobiografía de Groucho Marx sería tan absurdo como leer una autobiografía de Groucho Marx. Resulta tan imposible de pasarlo al papel como sacar a Lawrence de Arabia, vestido con su albornoz y su turbante, de las ardientes arenas del Oriente Medio y ponerlo en simples letras de molde.
Por increíble que pueda parecer, estos dos personajes tienen mucho en común. Ambos poseen un poderoso carácter místico. Lawrence era meláncolico y caviloso, taciturno y reticente. Groucho tiene unos ojos penetrantes y anda de un modo un tanto desgarbado. Los dos, en menos tiempo del que cuesta decirlo, han cautivado la imaginación de millones de fanáticos seguidores…

A esta clase de hombres hay que concederles una pausa...

lunes, 18 de octubre de 2010

LA CONJURA DE LOS NECIOS de John Kennedy Toole


Hoy os invito a conjurarnos contra los necios; a compartir la vida con Ignatius J. Reilly y anunciar que somos inteligentes y que por ello nos convertimos en subversivos para la sociedad.
Lo cierto es que tengo amigos geniales, quijotes que cabalgan a lomos de la incomprensión. Verdaderos duendes de la mente, capaces, libres, emprendedores, apasionados, valientes, creativos, agudos, sensibles, tiernos, solidarios, divertidos y pragmáticos. Que son acosados por la maldad, por los difamadores y por los fariseos.
Hoy os invito a una copa de esperpento con “La Conjura de los necios” una de las mejores obras literarias de nuestro tiempo. Escrita por John Kennedy Toole ( Estados Unidos, 1937-1969 )
Su humor corrosivo, sin perdón, ataca a quemarropa lo más profundo de una sociedad estática, y de un mundo en donde la vida no es posible, porque la libertad es una quimera repleta de fingidos convencionalismos.

Esta invitación está reservada a los que son “Alonsos Quijano” y que sufren las torturas de la inquisición de nuestro mundo.

¡Brindemos por "La conjura de los necios"!  porque ¡es un signo indiscutible de que somos geniales!


“...Ignatius Really. Un tipo raro, con gorra de cazador verde con orejeras, con grasa desbordante, con rebeldía anti-todo :homosexuales, pero también heterosexuales; instruidos e incultos; hombre y mujeres; protestantes y católicos; la introducción del libro le describirá mejor que yo: "...una especie de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso; fundidos en uno..." 
En New Orleans allí vive el gran Ignatius. El más adiposo, vago, glotón, gorrón, lascivo, onanista y rebelde, especialista en historia medieval que ha existido y existirá. Su vida como un mueble en casa acaba cuando su madre le exige que busque un empleo; sobre New Orleans caerá el mayor castigo divino que haya podido pensar el mejor y más cristiano compositor de soul, espirituales o gospel de la ciudad. La imperfección del mundo está contra él; "la geometría y la teología" del mundo moderno se rompen a menudo en su delicada visión del mismo, y ello le provoca flatos, gases y enormes problemas pilóricos e intestinales. 
¿El mundo está en contra o sólo es que se quiere defender de él?
¿Quién se adaptará a quien?...”

viernes, 8 de octubre de 2010

ESTUPOR Y TEMBLORES de Amélie Nothomb




Hoy os invito a una novela de Amélie Nothomb (Japón, 1967). Nothomb es de familia Belga, nació en Oriente por esas casualidades que nos otorga el destino que, es quien, finalmente designa el lugar de residencia de nuestra madre, cuando se pone de parto. Esta escritora llegó a mi vida a través del “anaritmetismo”; sí, somos aquellos que vemos un mundo sin números. Una estirpe de analfabetos de las doctrinas del excelente Euclides. Nothomb, no nos deja indiferente en ninguna de sus obras. He elegido “Estupor y temblores” -publicada en el año 2000- porque los internautas amaron esta historia- Premio Internet- al tiempo que fue declarada Gran Premio de la Academia Francesa, una conjunción que me cautivó por insólita.
En esta obra, la autora, se muestra irreverente y despiadada. Declara de manera autobiográfica y breve la gran diferencia cultural entre "el Oriente y el Occidente de la globalización”. La mentalidad recorre los siglos con la sutileza irónica de quién asume que: “el hábito no hace al monje”.

Con esta historia irrumpiremos en el carácter nipón. Y hallaremos en él dimensiones que tal vez creíamos se habían perdido en la noche de los tiempos, tales como: que la iniciativa está penalizada, la jerarquía controla los sentimientos y es indigno prodigarse en la expresión de éstos. No nos llevará demasiado tiempo leer sus "ligeras" 143 páginas. Después sufriremos un patatús reflexivo de digresión. Se trata de una invitación a una novela indiscreta, incisiva, cruel e incorrecta acerca de las batallas culturales.


Nos presentaremos con "estupor y temblores" (como dicta el protocolo) ante El Emperador del Imperio del Sol Naciente y seguiremos con precisión el consejo de André Maurois: 
¡no hablaremos demasiado mal de nosotros mismos porque podrían creernos !



“Uno de los elementos más destacados del libro es la insana relación entre Amélie y su superiora inmediata Fubuki, una mujer de gran belleza, pero amargada, pues según los cánones japoneses una mujer con más de 25 años que aún no se ha casado vive en la vergüenza. Esta relación se basa en la humillación constante de la japonesa hacia la occidental, motivada en buena parte en factores racistas. Para los japoneses los occidentales "sudan", y huelen mal, algo que también es sumamente indigno y mal visto en esa cultura. También poseen cerebros inferiores. La autora hace un paralelismo entre su caso y el de la película "Bienvenido, Mister Lawrence", que narra la relación de atracción-dominio entre un oficial japonés y un prisionero inglés durante la II Guerra Mundial”
Os cito algunos fragmentos de la novela para que, con ellos, compongáis la irredenta mezcla de humor, crueldad y certeza que desprenden sus páginas:

“El momento no vale nada, tu vida no vale nada. Nada que dure menos de diez mil años tiene valor alguno…” ( Pág, 76)

“Nunca un excusado fue el teatro de un debate ideológico en el que lo que se ventilaba fuera tan especial…” (Pág. 114)

“Analizaba la naturaleza de mi imbecilidad, amplio tema de meditación donde los haya…” 
( Pág, 97)

“Si nuestra inteligencia no interviene, nuestro cerebro se duerme…” 
( Pág, 53)


" En realidad, vale más evitar el placer porque hace sudar. Y no existe nada más vergonzoso que el sudor...(...) Entre el suicidio y la transpiración, no lo dudes"... ( Pág, 78)


" Por supuesto, cumplí con la norma máxima: no quejarme..." ( Pág, 126)


" Japón es un país que sabe lo que significa "volverse loco"...( Pág, 69)


" ¡Qué hermoso era vivir sin orgullo y sin inteligencia!.Hibernaba...( Pág, 47)


"¿ Y fuera de la empresa, qué les esperaba a aquellos contables de cerebro lavado por los números?. La cerveza obligatoria con colegas tan trepanados como ellos, horas de metro abarrotado, una esposa que ya duerme, el sueño que te aspira como el desagüe de un lavabo que se vacía, las escasas vacaciones en las que nadie sabe qué hacer: nada que merezca el nombre de vida.
Y lo peor es pensar que a escala mundial esta gente son privilegiados...
( Pág, 125 )



miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA ORDEN DEL PAPIRO DE ÁMBAR de José Juan Mújica Villegas



Hoy os invito a una peregrinación hacia lo paradójico, hacia la futilidad y sus absurdos; y lo hago con Mújica Villegas (Las Palmas de Gran Canaria, 1949) a través de su novela: “La Orden del Papiro de Ámbar”. El autor, que me dedicó la novela sin rubrica, es un Groucho Marx en sepia: mucho más triste, patético, sagaz, irónico y surrealista de lo que nos resultará su inteligente historia.
Así que pensé: ¿qué tal un manifiesto de humor inteligente a “lo Mújica Villegas”? Y aquí os lo he traído. ¿Peregrinamos hacia el absurdo? Ya lo hicieron otros y, en modo alguno, resultaron ilesos ¡Adelante valientes! la aventura es nuestra...
No existe en el panorama literario actual nada comparable. Es único. Fusiona magistralmente la pedantería en clave de: “trágate el rollo”, la culturilla en clave de: “hay que aparentar”, la intriga en clave de: “esto vende”, las frases poéticas en clave de: “que no falte de nada”, los fragmentos rápidos y periodísticos en clave de: “es la moda” Y todo lo procesa y lo teje con una soberbia espontaneidad bufa.
Con Mújica Villegas no sabremos si nos reímos con él, de él, él de nosotros o simplemente nos reímos de nosotros mismos. Tampoco sabremos si su imaginación portentosa desea que abandonemos la novela, por aburrimiento, porque él sabe que nos atrapa sin ansiedades por conquistar finales imprevistos. La trama es tan absurda y manida: ”robar cuadros”, que nos costará pensar que no nos está “tomando el pelo” y nos reiremos, una vez más, de nosotros mismos y de nuestras pretensiones de "intelectualidad" libresca.

Mújica Villegas construye personajes más allá de lo ingenioso, su faceta de actor lo convierte en el arquitecto de la vida más disparatada, otorgándonos una visión de la realidad ridículamente artificiosa en la que somos capaces de “mantener el tipo” y además creérnoslo. El lenguaje, con "tics" absolutamente premeditados, es una promiscuidad de desatinos que, de forma intencionada, el autor nos prepara en un brindis de irreverencias. Asimismo, en un contexto inglés de finales del siglo XIX, rígido y metódico, la “hora del té” será la gran parodia de lo distinguido. También, la edición, nos regala algunas imágenes al carboncillo “por si la cuestión no queda clara”. Todo un compendio de “mala intención” divertida y transgresora hasta limites impensados.

¡Os deseo en este peregrinaje un “asalto filibustero” al sarcasmo inteligente de Mújica Villegas!




El guión que el editor propone al lector en “ La Orden del Papiro de Ámbar”( 2007) concluye con este fragmento que, en mi opinión, describe con agudeza el original contenido de una narración repleta de "tics" sorprendentes que, de forma constante, están admirando y asombrando al lector:
“Una divertidísima narración repleta de personajes ingeniosos y situaciones absurdas; un hipotético cóctel explosivo en el que tendrían cabida ideas tan dispares como las que se les pudiesen antojar a Conan Doyle o Groucho Marx; una novela de suspense para aquellos que creen que la intriga y el humor no tienen por qué estar reñidos”.


Mújica Villegas, nos instala en los años que cierran las puertas del siglo XIX y en un “anfiteatro” ideado para esa época: en un Londres proclive a la seducción y  en medio de su constante bruma, nos evoca un elenco variopinto de plumas sobre páginas de novelas de misterio.
En la historia que nos relata acontece sobre la capital inglesa "una maldición", que, a su vez, se cierne en torno a una enigmática amenaza. Ésta augura expectativas lúgubres y siniestras. Un "ente" anónimo y perverso, con enorme poder y con una fisiología delincuente y sólida, estructurada a su servicio, puede convertirse en el "mal" más poderoso que haya conocido nunca esa ciudad. A partir de ahí y desde un plan tan ambicioso como maligno se irá desarrollando una fábula en la que aparecerán los personajes más insospechados, a través de los cuales se enhebra toda una leyenda disparatada, hilarante y enigmática. Cada rincón de Londres esconde un sobresalto y cada uno de los actores irá vestido con una máscara imprevisible, peculiar y divertida. Robos de obras de arte, asesinatos paradójicos, raptos y escenas tragicómicas ponen de manifiesto una lucidez atrevida que crea un relato ameno y sencillo de leer. Sin embargo, cada página está impregnada de un deleite exquisito por la ironía, por el sarcasmo, por el humor y por la intriga; todo ello aderezado con unas sutiles moléculas de surrealismo.
 El autor nos rodea de personajes únicos, así como de escenas sorpresivas y alarmantes que completan la realidad de un libro inspiradamente extraño.

He elegido algunos fragmentos de la novela de Mújica Villegas. Espero que ellos sean delatores del contenido excéntrico de “La Orden del Papiro de Ámbar”

“Una mujer madura que había sacado a dar una vuelta a su perro, a sus dos gatos, a su vaca lechera y a sus dos hermanas viudas, pasó casualmente delante de ellos y les informó sin haber sido preguntada:
-No se molesten, no está en casa. Cuando se ausenta, abre las ventanas. Dice que lo hace para evitar que entren ladrones.
Las otras dos hermanas asintieron, a pesar de ser, como se ha dicho, viudas. También confirmaron con sus cabezas los dos gatos y el perro. La vaca, sin embargo, mugió con elegancia.
-Es Hortensia, les da las buenas tardes –dijo la mujer.
-Buenas tardes, Hortensia –saludó Papermate en nombre de los tres-. Tiene usted unas ubres preciosas.
Todos hicieron una cortés reverencia y la señora reanudó su paseo en compañía de sus allegados. Se dieron cuenta enseguida de que se trataba de un animal muy sensible a las cortesías, puesto que podía advertirse a la legua que, tras el piropo del cirujano, una de las mamas se le había ruborizado.” (Pág. 230)

“-¿Qué ha sucedido agente, algo grave? –preguntó una anciana que iba colgada del brazo de su difunto marido, quien a pesar de haber muerto años atrás, no había perdido el hábito de acompañarla en los paseos matutinos.” (Pág. 377)

“Entre tanto, un molesto moscardón comenzó a dar vueltas por el escritorio y distrajo la atención de los fumadores, obligándoles de cuando en cuando a seguir, sin desearlo, su desconcertado itinerario. Smiles, incómodo y enojado por la circunstancia, miró a un lado de la mesa y extrajo de un paragüero una cerbatana amazónica y, tras introducirle una flecha envenenada con curare se la llevó a la boca y comenzó a seguir con ella los delirantes movimientos del insecto.” (Pág. 72)

“-¿Roba usted carruajes? –preguntó la moza, asombrada.
-Sí, es mi profesión.
-Debe ser un trabajo apasionante.
-Lo es.
-¡Cómo le envidio!
-¿Le gusta? Un día la invitaré a robar uno. ¿Le apetece?
-¡Me encantaría!
-Será un placer hacerlo con usted.
-Para mí, también.” (Pág.291)

“-¿Y usted, Sniffer, ¿qué opina del asunto? –preguntó el más interesado en las respuestas que pudiese ofrecer cada uno.
El aludido dejó por un instante de marcar un as de corazones y respondió con gran solemnidad y elocuencia:
-Me la reflanflinfla.
O´Leary, sin inmutarse, insistió en preguntarle con excepcional agudeza.
-Sí, muy bien, de acuerdo. Pero me gustaría saber si esa reflanflinflez que manifiesta contiene inquietud por el tema o pasa usted del asunto.
Sniffer miró con desgana al policía y le mandó a freír monas…” (Pág. 325)

“-¡Pistas, pistas, pistas! Lo que menos necesito yo ahora son pistas. Lo que mejor me vendría sería un centro de reposo o un precipicio que tuviera acantilados cincuenta metros más abajo –dijo gimoteando como un imberbe.
Tal vez por esa razón, su ayudante insistió en consolarle.
-Vamos, no sea usted imberbe, mi teniente.” (Pág. 380)

“Advertida esta circunstancia por los malhechores, propició que un individuo pequeño de rasgos orientales, de cabeza rapada a excepción de una coleta, y vestido con un kimono sedoso de color azul, saliese debajo de una de las piezas de artillería. Hizo cargar los cañones de ese lado y dio una serie de órdenes apresuradas.
-¡Calgad, calgad! ¡Plonto, plonto!
-¡El chino! ¡Frene, John, frene! –gritaban desesperados tío y sobrino al conductor de su diligencia, viendo aquella pareja de cañones dispuesta a dispararles a tan sólo un metro de distancia.
-¡Lecueldos a San Pedlo! ¡Ji,ji,ji…!
El chino estiró la cara, cerró con fuerza sus pequeñísimos ojos, se tapó los oídos y dibujando su irónica risita, ordenó:
-¡Dispalal! ¡Matal!” (Pág. 349)

“La oscuridad de la noche era perceptible porque no se veía nada. La densidad de la niebla resultaba palpable, aunque hasta cierto punto no se advertía su abundancia por la falta de visibilidad. La luna, oculta por densas capas de nubes ayudadas por la complicidad de la neblina, era incapaz de romper un solo ápice de negrura, estando además en las últimas horas de su ciclo menguante, al límite de sus vigores luminosos. Quedaba clarísimo que todo estaba muy oscuro.” (Pág. 437)

“-A ver, Taxidriver. ¿Qué sucede para que entre usted tan aprisa? –preguntó el superior mirando con resignación el minúsculo depósito de papeles inservibles.
-Una mala noticia, señor. Viene en todos los periódicos. Se ha inventado el teléfono.
El rostro del teniente quedó desencajado. Saltó del asiento y comenzó a dar vueltas como un león enjaulado.
-¡Rayos! –exclamó- ¡Ya me han vuelto a pisar otro invento! –y propinó a la papelera un furibundo puntapié que la hizo saltar por los aires vomitando todo su contenido.” (Pág.170)

“El señor Arcadius Zebulolum, nacido en Australia, que había amasado una gran fortuna exportando a Inglaterra pieles de canguro destinadas a la confección industrial de pitilleras saltarinas, extrajo del interior de su batín un pulido bumerán, instrumento del que era considerado el más hábil y certero disparador del círculo, y sugirió:
-¿Qué les parece, señores, si usamos esto? –e hizo unas caricias al palo como si tratase de tranquilizar a una fiera.
-¡Ni soñarlo! –volvió a aparecer la rotunda negativa de Butterfly, poniéndosele la cara azul como un pimiento.
La sangre que corría por las venas de aquel genial músico debía ser de ese color y tal vez esa era la causa por la que, cuando se enojaba, la cara le azulease en lugar de enrojecer, como le sucede a la gente menos aristocrática y menos melódica” (Pág. 246)

“Blackisblack, ahora, si hubiese sido sustraído del tizne, era ya la misma persona de siempre. Seguro que las múltiples bendiciones que el especialista le había dispensado consiguieron con una celeridad inexplicable un exorcismo veloz del inmundo zorro que aquella noche, lo mismo que otras, se había deslizado hasta el interior del cuerpo de tan hospitalaria persona.
-Pasad, hijos míos –invitó el cura a todos a acercarse, al tiempo que gesticulaba unas cuantas bendiciones-. No ha sucedido nada. Sólo que Faithfully, que es sonámbulo, trató en sueños de ascender por la chimenea –dijo eso y se quedó tan pancho.
Faithfully Blackisblack quiso decir algo a sus invitados pero le resultó imposible articular una frase. Volvió a intentarlo, pero de su garganta no salió una sola palabra inteligible.
-¡Guau! –fue cuanto pudo decir antes de quedar profundamente dormido.
-Vaya, ahora tiene hipo. Dejémosle descansar y hagamos nosotros lo mismo –dijo el cura abandonando el sofá que ocupaba junto al licántropo.
-¿Ladrar? –preguntó uno que de niño había sido el más tonto de la clase.
-Descansar, hijo mío idiota -respondió el canónigo.” (Pág. 252)

“Antes de que pudiese reaccionar, dos cañones amenazantes oprimidos contra el estómago obligaban al ciego a levantar las manos.
-¡Hola, miserable! -le apostrofó el que respondía al nombre de Alfred.
-¡No, en el estómago no, por favor, que he comido gambas! –suplicó el de las gafas.
De inmediato, las armas de fuego fueron a posarse a la altura del corazón.
-¡No, por favor, ahí no, que estoy enamorado de la señorita que está dando la conferencia! –rogó nuevamente el interfecto.
Los cañones, complacientes, ascendieron hasta ambos lados de la cara.
-¡No, no, no, eso menos –volvió a defenderse el ladrón de carros sin bajar los brazos-, que hace sólo dos días que me han hecho cuatro empastes!
Los orificios metálicos ascendieron más aún y se posaron a ambos lados de su cabeza.
-¡No, ni se les ocurra, cerca de las orejas no, que a ver entonces donde me cuelgo las gafas! –dijo señalando las patas de estas" ( Pág. 276 )

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