miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA MODIFICACIÓN de Michel Butor


Hoy os invito a un viaje en tren, París-Roma. Un viaje lento. En tercera clase. En el mismo vagón, junto a nosotros, se sienta Michel Butor. Está escribiendo «La Modificación», es el año de 1957, y se dirige a nosotros en todo momento. Nos implica. Nos pregunta. Despierta nuestra curiosidad y ésta, a su vez, se pone a trabajar como un orfebre, conocedora de su oficio. 

La primera vez que leí «La Modificación» supe -y esto tuvo que ver con quien me regaló el libro-, que en ese viaje mi mirada sería la de una poeta malcriada y que sentiría el placer manierista de acariciar pensamientos frente al paisaje, un paisaje que estaba dentro de mí. Os confesaré que me marcó definitivamente, en mi afición como lectora y escritora. Porque eso es lo que soy, desde niña, una aficionada, una aficionada que necesita leer y escribir. De tal modo, que os invito a un viaje, que he realizado y sigo realizando a diario. 

«La Modificación» únicamente es literatura. Porque finalmente prima la curiosidad, pero muy lenta. No existe en la obra una trama forzada para mantenernos en vilo. No. Es un viaje en donde el sosiego y el pensamiento, rodean la intimidad deliciosa del silencio y la curiosidad brota en una suerte de asombro inesperado. 

«La Modificación» a buen seguro, os hará mirar los paisajes de París a Roma desde vuestro interior más sensible, os hará repensar el amor como una historia que explota, se desgasta y se vacía con la rutina y la desatención. O, por el contrario, advertiréis que el azar obstinado nos puede presentar, de repente, un amor y que en éste, nos reconozcamos y nos reconozca, y nos vuelva presos de lugares y de momentos que se nos antojen únicos, porque definitivamente ese amor era el nuestro. El que no esperábamos. 

Y así seremos plenamente conscientes de que cambiar las cosas es vivir. Y dejarlas como están es una forma de muerte, lamentable y penosa. 

 ¡Os deseo que el lento viaje París-Roma, junto a Butor, os llene el corazón de decisiones!

¡ Bon voyages! 

P.S.  ¡Ah! No perdáis el tren! 


 LO QUE SE HA ESCRITO ACERCA DE LA OBRA


«Alumbra, todo se alumbra, toda la literatura se alumbra, cuando te encuentras con libros como este. La lectura por la lectura, el puro placer de leer textos que no buscan que sudes con la protagonista, que no haya cuestas, que mires la espalda con temor, que leas un texto como una autopista, o pretendan animarte con masajes de letras con aceite, no lo necesitan; son textos que no buscan excitarte, no buscan darte miedo, no buscan enfadarte, ni siquiera esperan que llores por ese final. No. Solo cuentan una historia que si me la leyeran provocaría en mí un estado de curiosidad placentera, de pensar que de verás es bello -el puro gusto por una cosa hermosa, bien contada, con rasgos de poesía, con la mirada que deja un poeta mimado-, pensaría, pues, que es como acercarme al lado donde me siento cómodo estando callado, escuchando y mirando un paisaje, el mismo paisaje por donde paseé toda mi vida, en el que conozco sus rocas desgastadas, el mismo paisaje donde suena igual el viento cada día. Pero este libro, no te confundas, no habla desde los tópicos literarios, no habla desde la falta de imaginación, no solo no lo hace, sino que lo hace desde la pura inventiva literaria, desde el riesgo, desde la no búsqueda del lector masivo, de la lectura fácil o, como dije, los fuegos artificiales temáticos o sorprendentes finales. ¿Por qué la llamo pura literatura? Supongo que empiezo mal, debería reescribirlo: ¿Por qué la llamo mi tipo de literatura en estado puro? Pues es simple, para mí la novela no solo debe tener un tema adecuado o que me satisfaga o que sea bueno o, quiera Dios, solo sea mínimamente atractivo -tampoco exijo mucho-, sino que tiene que estar bien escrito -es evidente-y ser original en su forma de escribir; y que no sea, siempre, una mera sucesión de ideas y frases con corrección y sentido, una exposición académica de la teoría literaria o del buen escritor, o de la novela lógica y la técnica de siempre y el espacio, tiempo que no se muevan de mi lado, agarraditos a mí. No digo que siempre debe ser así, pero agradezco, mucho, cuando se me aparece, -espectro halagador- un escritor que innova - o innovó-, apuesta, rasga papeles, personajes, textos, ideas; que se recrea en descripciones, es cortante en su preceptos o en su frases, tiempos y espacios, y, claro, lo hace bien. Da igual que se llame Oulipo, Nouveau roman o Realismo sucio o... ¿Qué es original en “La modificación”? Lo más evidente es la voz narradora que se dirige en segunda persona al protagonista, ese “usted” que dirige al lector hacia esa hombre -amante, marido, padre, engañador, perdedor, masivo, ciego, escritor, inventor, aburrido voyeur... es todo esto y no lo es...- que se mueve por el texto como centro de un universo de pocas personas y ciudades que orbitan a su alrededor, con elipses extrañas que las acercan y alejan en un solo momento. Pero esa voz narradora es engañosa, podría pensarse que es un mero artificio literario que busca sólo originalidad o cambio, o para probar tesis literarias. 

No, nada más lejos de la realidad; dicha voz, dicho narrador, permite al lector que pueda variar, incluso provocar inquietud o enseñar una confusión buscada. sobre quién está narrando en un momento dado la novela: a veces parece un narrador omnisciente, lo sabe todo del pasado, del presente y del futuro, pero otras veces pudiera pensarse que ese mismo narrador que habla -se dirige a él- de usted al protagonista es el mismo protagonista, es su mente que vaga entre los papeles y se dirige a sí mismo, o , incluso va inventando la novela, y creando una segunda novela en su cerebro con los personajes secundario y silenciosos que le acompañan en el mundo cerrado del vagón donde transcurre casi toda la historia. Por otro lado, en otros momentos, aparece esa voz narradora, como un ser que crea el futuro, que va creando un futuro inexorable para el protagonista, un dios creador, que puede ser una mera invención mental del protagonista, pero también una construcción meta literaria, o una mera posibilidad o.... 

Las voces narradoras, por lo tanto, varían sin que tengan solución de continuidad, saltan de un un mero sueño-pesadilla-, a esas otras de un narrador-dios-literario que todo lo sabe, que todo sabrá, o , como dije, saltar al propio protagonista inventando historias o recordando el pasado. Si así es el narrador, debe comprenderse -lo necesita el texto-que en esta novela no se puede buscar una tradicional lectura y compresión de tiempo y espacio, que varían de una frase a otras, para lo que debes estar preparado y atento, para saber si la CÉCILE o la HENRIETTE que lees son presentes, pasadas, futuras; están en Roma o en París. Y te dirás qué tiene eso de divertido, que si es extraño y difícil de leer: pues lo cierto es que no, es una novela en la que encajas las piezas del puzle, en continua creación, con suma facilidad. Pequeñas pista te van dejando en cada momento en el espacio y tiempo en el que ocurre al escena; una pequeña piedra en el suelo del tren , un nombre de una calle romana, una paisaje, un libro sin abrir, la cara de una persona, un olor, la lluvia en los cristales, las luces que se ven con el paso del tren, el nombre ciudades, El Vaticano, la sotana de un cura.... Pequeños detalles que abundan, apuntan, ayudan, recrean, admiran y hacen bella la novela; con esa belleza de lo particular, de lo mirado con curiosidad y amor por lo sencillo, por lo poético de un cosa que no parece tener importancia en el conjunto de una escena y es hermosa en el detalle mirado con ojos minuciosos. 

 El libro habla de paisajes de París y Roma, habla de las personas, de una pareja que se amaba y que la edad, los años, la incomunicación... hace que se distancie, y, tras ello o junto a ello o por ello, aparezca otro amor, o un posible amor, o un intento de amor, o un falso intento de amor o una pasión intolerablemente cierta, que hace que, en este caso, el marido vea que puede rejuvenecerse con el contagio de la juventud de otra mujer. Sabedoras de que las historias son bombas que explotan y se vacían enseguida, otras personas pretenderían ser más conscientes que las historias se repiten y se vuelven presas de los lugares donde discurre, de las momentos en las que pasa, de las botas de asfalto y plomo que se atan a sus pies, pero nuestro protagonista quiere luchar para que las cosas no sean como son siempre, por su parte. 

 En un tren que sale de París, un exitoso jefe de un sucursal francesa de unas máquinas de escribir italianas entra en un vagón de tercera, para viajar a Roma, donde quiere dar una sorpresa a su amante Cécile, entonces le dirá que ha decidido dejar a su mujer, por fin. La novela hablará de los pensamientos de ese hombre para lo que fue la relación con su esposa Henriette, sus hijos y con esa amante, y lo que es ahora, y se describe la posibilidad o certeza de lo que será esa relación en el futuro, cómo cambiará su vida con la vida en común con Cécile....con sus nuevas perspectivas. 
Eso es básicamente la novela, pero sería estúpido por mi parte dejarlo así, porque las raíces de la novela serán esas, pero parte del tronco y las ramas serán también las ciudades de Roma y París casi como personajes con voz y mirada en al novela; son, así, personajes vivos que entran , influyen cambian la novela; como lo son los viajeros que entran y salen del vagón donde transcurre el presente de la novela, todos ellos serán actores que participaran en el transcurrir de la novela sin decir una palabra, y serán un hecho casi meta literario en la novela, porque el protagonista los inventará, a su vez, como sus protagonistas, inventando nombre, historia pasada, presente y futura.»
https://wineruda-literatura.blogspot.com.es/2017/02/la-modificacion-de-michel-butor.html
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