martes, 25 de junio de 2013

VIEJA ESCUELA de Tobias Wolff



Cuando la noche más corta, para los medidores de tiempo, nos deja la luna más bella, cantada por los poetas. Os invito a leer "Vieja Escuela" de Tobias Wolff. Como el autor, se la dedico a mis Profesores: los que fueron , los que son y los que serán. 


 Hace años que está en mi biblioteca, era agosto de 2005, la leí durante una travesía estival. En ella encontrareis la esencia adolescente de los sueños. Todos hemos vivido esa edad de querer ser, lo que tal vez no seriamos nunca; pero estábamos absolutamente convencidos de haber nacido para ello. Y ese aplomo, que después llamamos: ridículo, nos hizo grandes.


 Valientes y tímidos, aprendimos a considerar ciertas comportamientos de amabilidad, como formas de agresión. Y ese aburrimiento, que era agradar, como un modo de obediencia inaceptable. 
De igual modo, aquellos que soñábamos con ser escritores, tomando la vida en porciones, decidimos no acostumbrarnos a los ascos espirituales ni intelectuales. Y aprendimos que las heridas no son despreciables, son un hecho básico de la vida. 
También encontrareis en sus páginas que hay éxitos que no merecen ser transitados. Porque hay mentiras que se ciernen en torno a la inocencia. Y esas mentiras nos alejan del cálido asombro.

 ¡ No olvidéis que, antes que nada, la memoria es un sueño, un sueño de un recuerdo que no podemos poner a prueba! 

¡Y, traicionando al escepticismo, no perdáis la cálida inocencia del asombro!






 Acerca del argumento:



 "Vieja Escuela logra sumergirnos en ese ambiente estudiantil, casi idílico pero completamente creíble a lo largo de sus páginas, para hacer una reflexión sobre la vocación literaria, sobre el precio que hay que pagar por ella. Hemingway hará una visita al colegio y elegirá de entre todos los relatos de los alumnos el que considere mejor. Su autor pasará con el ganador, y sólo con él, una tarde y el discípulo podrá conversar con su ídolo y pedirles cuantos consejos desee. Será el elegido. Con la ilusión de los alumnos, jóvenes aspirantes a escritores, por conseguir una obra maestra, asistimos a la rivalidad entre ellos, a sus envidias y ambiciones. Y sobre todo, asistimos a lo dicho ya muchas veces de la angustia del escritor ante el folio en blanco. Pero la novela es mucho más que eso. Porque Vieja Escuela continúa, y ahí, con esas páginas de los últimos capítulos, Wolff consigue que ésta sea una novela magnífica. El protagonista logra el premio, sí, pero a costa de engañar a los demás y de engañarse a sí mismo. Plagio, imitación, creación, amor por la literatura. De todo esto trata. De la primera parte de la novela, melancólica, pausada, evocadora de un ambiente casi mágico y perfecto —parece que vemos la tiza y el pupitre— se pasa a la parte final en la que el protagonista, ya adulto, ya convertido en autor , reflexiona sobre el éxito literario, sobre las mentiras, las suyas y las de sus condiscípulos, las de sus profesores y hasta las de los ídolos literarios, empezando por Hemingway. Ahí es donde Wolff nos encandila. Y queda una pregunta: ¿Se arrepiente el protagonista de lo que hizo para lograr el éxito?
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