martes, 15 de julio de 2014

LA CANCIÓN DEL PIRATA de Fernando Quiñones


Hoy os invito a una canción. Pero no a una canción al uso. Os invito a La Canción del Pirata. Ya sabéis que los piratas cantan a la vida al son del viento, entre pentagramas azules. Al cabo, todos tenemos alma de pirata, libertad de pirata, desparpajo de pirata, sueños de pirata… Porque ser pirata también encierra un noble código de honor. 
 Os propongo un cambio de rumbo en nuestras prescindibles e insignificantes vidas. Dejaremos de mirarnos obsesivamente, porque de tanto mirarnos a nosotros mismos nos hemos procurado una ceguera de opiniones violentas y egocéntricas, hemos perdido el horizonte, no avistamos tierra firme y las estrellas son sólo metáforas sin verso. Han perdido su poder para conducirnos a buen puerto. 
Y es que el mundo tiene mares embravecidos y desiertos inmensos y terribles en donde no hay oasis. Pero también posee amaneceres de nácar y lunas sin tedio, en donde descansar de las tormentas. E irremediablemente otros, antes que nosotros, los disfrutaron, padecieron sus inclemencias, sus injusticias, sufrieron hambre y calamidades. Amaron y murieron. Pero lo hicieron con la gallardía de la pasión, del asombro y del contento. Porque eran sabios, y conocían que, desde antiguo, los días no regresan y que, al cabo, somos aves de paso. 

La Canción del Pirata, de Francisco Quiñones, llegó a mí en una botella que alguien arrojó al mar. Un naufrago. Y dado que mis ojos vibran con el agua marina, no tuve dificultad alguna para distinguir, de inmediato, que se trataba de un tesoro. Y los tesoros no se explican. Se viven sin acudir a la verborrea de las razones. 

 Por tanto, con esta invitación, la canción la tendréis que cantar vosotros mismos, y os sorprenderá, al escucharos, que el pirata que lleváis dentro es más fuerte que los miedos y la moralina que, a voz en grito, os declama la calma chicha de los vientos urbanos. 

Quiñones, novela la Historia como un mago. La Canción del Pirata, "presenta al hombre en su terca y abundosa soledad. Amando, necesitando, odiando, buscando, huyendo y olvidando a los semejantes. Manoteando en el mundo que, a ciegas, cree poder dominar. Burlando a la vida e interiorizando las proclamas que ella misma suscita" 

Encontrareis en sus páginas una bellísima historia de amor y desengaño, encontrareis flaquezas, pragmática jactancia, la única, por otra parte, que el protagonista, Juan Cantueso, se puede permitir, baqueteado por nacimiento y circunstancias. 
Juan Cantueso representa al español de todos los siglos, que vive como puede en un mundo que ninguna otra oportunidad le ofrece. 

Vagad con Juan Cantueso por Andalucía, Venecia, Las Indias y Lisboa. ¡Vagad y vivid, contra viento y marea! 

 Y esa será La Canción del Pirata: ¡La vuestra! 



LO QUE SE HA ESCRITO ACERCA DE LA NOVELA

 “Durante 1682 y en la cárcel de Cádiz donde espera la resolución de su caso que se prevé aciaga, el protagonista narra su vida al bachiller don Román de Irala. Este recoge sus palabras para la confección de un libro que luego desaparecerá, según se cuenta en un tercer nivel de la novela, anatemizado por la Inquisición, harto activa en aquella época. Juan Cantueso, El Rubio, vagará por Andalucía, Venecia, Las Indias, y Lisboa para volver a sus lugares natales no sin dejar sembrado un copioso rosario de amores, cuchilladas, timbas, tempestades, relaciones y episodios de todo pelaje que hacen que esta novela se lea con la impaciencia que depara el interés de la trama y el temor de ir aproximándonos al final de la orgía. 
El autor ha desplegado un monumental esfuerzo de documentación tanto en lo lingüístico como en lo histórico o social, pero, sobre todo, en la exposición de la cotidianeidad, en la inmiscución en lo intrahistórico, en la indicación de esas nimiedades que hacen que sintamos el pulso de la época, la visualicemos y nuestros esquemas mentales se adapten progresivamente el compás de la narración hasta sumirnos hasta las cejas en el mundo que se pinta. Evidentes y perseguidas son las concomitancias con la picaresca sin que falten resabios cervantinos tanto en el estilo como en la inclusión dentro de la historia central de interpolaciones tan rocambolescas como la que termina con la presunta anagnórisis de El Honrado y Valentín que, sin turbar el apasionante relato del protagonista, vincula la novela con las modas narrativas de su tiempo. 

Quizá sea propiedad la palabra que más cuadre al lenguaje, a la estructura, al cosmos narrativo que Quiñones nos presenta. Sin incurrir en fárrago ni anacronismo, la vida española de la segunda mitad del XVII se nos muestra con la autenticidad que proporciona la abundancia de referencias concretas, el despliegue de conocimientos folklóricos, históricos, costumbristas y populares de un autor que domina esos predios, la fluencia de un lenguaje tan natural y creíble como soterradamente trabajado y pulido. 
Cuando la cultura no se exhibe sino que surge al servicio de una historia, de unas coordenadas narrativas que la precisan y la acogen, el resultado suele ser más rico que cuando se opera a la viceversa. Novelar la Historia sólo pueden hacerlo Yourcenar, Sender, Graves u otros monstruos; encajar lo histórico como ambientación o marco de una fabulación pueden parecer más sencillo pero precisa de no poca documentación que debe ser manejada con una mezcla de precaución y audacia. 

La Canción del Pirata contiene abundantes elementos autobiográficos perfectamente imbricados en la ratio narrativa. Hasta las disquisiciones entre vitalistas y estoicas del protagonista rezuman esa humanísima sorna con la que el autor suele teñir sus ficciones. Autobiográfica es también la fijación con el mar. No sé por qué el autor ha hablado de la desvergüenza y el amoralismo de su novela – a no ser que busque imitar las protestas de nuestros autores clásicos– cuando el componente ético es esencial en la novela. Decir que, además, se nos cuenta todo esto con una amenidad, una gracia y un estilo que para sí lo quisieran tantas novelas que uno se zampa, puede ser, después de lo dicho, tautológico. Muévanos esta corroboración a ser acompañados por Quiñones más a menudo. Es una experiencia intensa”. Javier Barreiro.
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