martes, 10 de agosto de 2010

EL PRINCIPITO de Antoine de Saint-Exúpery



“El Principito” de Antoine de Saint- Exupéry ( Francia,1900-1944) es el libro al que he invitado a todos mis amigos ¡Ellos, bien lo saben! Imposible olvidar a la persona que me convidó a un manjar tan exquisito. Fue un adulto. Recuerdo que la primera vez que lo leí, era una niña, me detenía en las ilustraciones y, desde luego, como estaba dedicado a un niño- al niño que fue Leon Werth- me sentía absolutamente identificada con los argumentos del autor ¡Me parecía fantástico que un adulto- al que podía considerar como uno más de la familia- escribiera cosas tan interesantes y ciertas! Y sobre todo, lo que más me cautivó es que esas cosas no estuvieran escritas con los pretextos y las fábulas que exponían los autores de los “cuentos clásicos”, que ya habían empezado a cansarme.

Recuerdo especialmente la frase: "Era una vez un Principito que habitaba un planeta apenas más grande que él y que tenía necesidad de un amigo…"
No sé si porque tuve una infancia rodeada de adultos o si porque los adultos que me rodeaban estaban, a su vez, siempre muy ocupados en sus vidas interesantes y si porque además, vivíamos apartados del “mundanal ruido”. Lo cierto, es que yo siempre necesité un amigo, no un príncipe.  Naturalmente, los amigos no se pueden comprar en una tienda. Ni era algo que los adultos pudieran regalarme por Navidad. Un amigo es un asunto muy serio. Es algo personal e intransferible. Es algo esencial y nada esencial se puede comprar. Para tener un amigo debes "crear vínculos"y sólo Saint- Exúpery en boca de uno de sus personajes: el zorro, me dijo con absoluta claridad en qué consistía.

Mi infancia fue una maravillosa aventura de la que creo no he querido salir nunca. Naturalmente esta cuestión ha tenido sus inconvenientes y, algunas secretas ventajas para mi alma. 
Sólo “El Principito” me ha comprendido y me ha dado las claves para manejarme en el mundo de los adultos. Sin embargo, todavía no sé muy bien interpretar su jerga; por lo que su lectura me sigue siendo sumamente necesaria.
La sonrisa del Principito está en las estrellas cuando las miro. Su sonrisa me gusta mucho. Pienso mucho en ella. Como le ocurre al personaje del aviador.


Os invito a leer la historia en dónde, para gozar del juego de la vida, los adultos deben conservar alma de niños y en donde los niños han de disponerse para aprender a conseguir lo que no se vende.


¡Feliz reencuentro con el habitante del Asteroide B-612!


P.S: Por favor, decidme como se encuentra. Yo así me sentiré menos triste.



A lo largo de la fábula que nos propone Saint-Exupéry en “El principito” se advierte su delicada sensibilidad y una forma única de enjuiciar los comportamientos convencionales.
Existe en el libro un basamento autobiográfico- el autor, en 1935 tuvo un aterrizaje forzoso en el desierto del Sahara a bordo de un Candrón C-630 cuando trataba de hacer París-Saigón en un tiempo record, fue salvado por un beduino pero ya habían transcurrido tres días desde el accidente, por lo que sufrió los estragos de la deshidratación y padeció alucinaciones tanto visuales como auditivas- todo parecía presagiar su final de leyenda-. Saint-Exupéry desapareció junto con su nave Lightrning P-38, en Julio de 1944, durante una misión de reconocimiento destinada a preparar el desembarco en Provenza.

“El Principito” lo escribió en 1943, en la habitación de un hotel de Nueva York y fue en Estados Unidos donde primero se publicó. Traducido a más de ciento ochenta lenguas y dialectos está considerado como uno de los libros más leídos del mundo.
Los personajes y el argumento nos llevan a la consideración de la amistad, del amor y de una forma de vivir y de estar en el mundo desde un prisma singular. Es aparentemente fácil su comprensión, pero sólo es una apariencia. “El Principito” tiene un gran calado y es una crítica sin parangón a los prejuicios que transmitimos a los niños y que ejercen, sin cuestionarse, cuando son adultos. La cita del libro, que he elegido, y que os reproduzco es, sin duda, más elocuente que todas las consideraciones que yo pueda esgrimir:

“Tengo poderosas razones para creer que el planeta del cual venía el principito era el asteroide B-612. Este asteroide ha sido visto sólo una vez con el telescopio en 1909, por un astrónomo turco. Este astrónomo hizo una gran demostración de su descubrimiento en un congreso Internacional de Astronomía. Pero nadie le creyó a causa de su manera de vestir. Las personas mayores son así.
Felizmente para la reputación del asteroide B- 612, un dictador turco impuso a su pueblo, bajo pena de muerte, el vestido a la europea. Entonces el astrónomo volvió a dar cuenta de su descubrimiento en 1920 y como lucía un traje muy elegante, todo el mundo aceptó su demostración.
Si les he contado todos estos detalles sobre el asteroide B- 612 y hasta les he confiado su número, es por consideración a las personas mayores. A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar:
"¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?" Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?"Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: "He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado", jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: "He visto una casa que vale cien mil pesos". Entonces exclaman entusiasmados: "¡Oh, qué preciosa es!"


La galería de personajes en los planetas que visita “El Principito”: el rey, el borracho, el vanidoso, el hombre de negocios, el farero y el geógrafo ; conforman un viaje por las actitudes y las formas de estar en el mundo, y de sentir la vida.

Ya cuando el Principito llega al séptimo planeta: la Tierra , siempre releo la conversación con el zorro, porque es la que me enseñó a "crear vínculos", y que os cito textualmente:

“Y luego continuó diciéndose: "Me creía rico con una flor única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria. Eso y mis tres volcanes que apenas me llegan a la rodilla y uno de los cuales acaso esté extinguido para siempre. Realmente no soy un gran príncipe... "Y echándose sobre la hierba, el principito lloró.

Entonces apareció el zorro:
—¡Buenos días! —dijo el zorro.
—¡Buenos días! —respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
—Estoy aquí, bajo el manzano —dijo la voz.
—¿Quién eres tú? —preguntó el principito—. ¡Qué bonito eres!
—Soy un zorro —dijo el zorro.
—Ven a jugar conmigo —le propuso el principito—, ¡estoy tan triste!
—No puedo jugar contigo —dijo el zorro—, no estoy domesticado.
—¡Ah, perdón! —dijo el principito.
Pero después de una breve reflexión, añadió:
—¿Qué significa "domesticar"?
—Tú no eres de aquí —dijo el zorro— ¿qué buscas?
—Busco a los hombres —le respondió el principito—. ¿Qué significa "domesticar"?
—Los hombres —dijo el zorro— tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
—No —dijo el principito—. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? —volvió a preguntar el principito.
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear vínculos... "
—¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
—Comienzo a comprender —dijo el principito—. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
—Es posible —concedió el zorro—, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
—¡Oh, no es en la Tierra! —exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
—¿En otro planeta?
—Sí.
—¿Hay cazadores en ese planeta?
—No.
—¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
—No.
—Nada es perfecto —suspiró el zorro.
Y después volviendo a su idea:
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
—¿Qué es un rito? —inquirió el principito.
—Es también algo demasiado olvidado —dijo el zorro—. Es lo que hace que un día no se parezca a otro día y que una hora sea diferente a otra. Entre los cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.
Y luego añadió:

—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
—No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros.
Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
—Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa…
Y volvió con el zorro.
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. 
He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para recordarlo.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has dedicado a ella.
—Es el tiempo que yo he dedicado a ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo”
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