martes, 27 de julio de 2010

EL ÚLTIMO ENCUENTRO de Sándor Márai


Hace años que el autor húngaro Sándor Márai (1900-1989) llegó a mi vida a través de "El último encuentro". Su excelente prosa y sus historias con sabor a verdad y a vida me cautivaron.¡Me declaro una adicta de Sándor Márai! Hoy comparto, con todos vosotros, las reflexiones que aquella apasionante lectura, dejó en mi persona. La esencia de su ritmo narrativo, junto a una historia acerca de la amistad y de la traición compusieron una nueva dimensión en el almanaque de mis trabajos y mis días.
¡Os invito a que disfrutéis,siempre, de " El último encuentro!

Aquel verano, una carta, esperada durante cuarenta años( exactamente cuarenta y un años y cuarenta y tres días) cambiará la vida del General. Éste se había instalado en las liturgias de los días y de las noches y, en las sombras que proporcionan al alma los fantasmas del recuerdo. Habitaba, junto con sus pensamientos y las enfermedades que la edad le iba otorgando, recluido voluntariamente, en una de las habitaciones de su castillo al pie de los Cárpatos.

Nini, era la piedra angular que sostenía el puente delicado que debe trenzarse entre el pasado y el presente. Nini, a quien describe magistralmente Márai, era un silencio de noventa y un años que hacía milagros con su sonrisa; hasta el punto de hacer sentir vergüenza a la egolatría. Se conocían a la perfección, mejor que los amantes, mejor que los hijos y los padres. Nodriza, cuidadora, acompañante en el dolor y en la muerte y confidente de todas las piedras de aquel lugar. Nini, era la memoria.

Tendrían una visita después de veinte años. A nadie, de aquel: “otro tiempo”, habían recibido desde entonces. Y sin embargo, todo debía disponerse como si la vida estuviera viva. Un duelo entre Henrik y Konrád. Una venganza a la que le había concedido el don exquisito de la espera.
Konrád, el chico pobre, había entrado en su vida por el ímpetu que tenía Henrik de ser amado. Habían cruzado la adolescencia juntos, compartían el mismo libro y la misma ropa. Compartieron, la caza, el placer de montar a caballo por aquellos parajes húngaros, la amistad, la vida militar y el amor.

Sin embargo, Konrád albergaba un secreto: la música y la lectura. Pero no una música para el olvido o la evasión. Era una música para la realidad. Y una lectura acerca de la convivencia humana y el desarrollo social. Además, de no visitar los ambientes mundanos de Viena que frecuentaba Henrik y de vivir en la reflexión y en la austeridad.

La amistad y el amor parecen perdonar todo: la riqueza y la pobreza, el vacío intelectual y la vanidad.
Después, la vida nos da otra lección a modo de epílogo.

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