sábado, 17 de julio de 2010

CARTA DE AMOR de Juana Hernández Conesa



Llovía el olvido en los disturbios de mi alma y rezaba su letanía ahogando los gozos de otro tiempo. Sin embargo, decidido a flagelarme, pensaba continuamente que no debía pensarte. Consultaba los libros prohibidos de la vida y te inventaba en cada personaje. Eras la utopía de la aciaga realidad, de la monotonía y sus costumbres. Tu ausencia me dolía. Y fue entonces cuando decidí escribirte para sentir, con fervor, el eclipse de tu respuesta.

Querida Silvina:

Con estas letras falto a mi promesa. Pero la vida, en sus quehaceres, ha falsificado el testamento ¡Yo, que tan poco le pedía!
Son tantos los días o tal vez los meses. No lo sé. El tiempo ya no tiene horas, porque nada espero. Pero son tantos los instantes en que te echo de menos; que por ellos sé lo que te he amado.

El destino me tendrá que dar explicaciones. El todopoderoso alquimista: ¡el destino! con su ingeniería de poder, hace y deshace preludios, sinfonías, nocturnos y se reserva, astuto, los últimos acordes.
Desde que convertiste tu amor por mí en un obstáculo insalvable me he conformado: negándote, negándome ¿Y por qué he de negarme el regalo de tu existencia? Me pregunto. Y créeme, si te digo, que no encuentro respuesta. 
¿Qué pecado he cometido? ¿Mirar a las estrellas y entre nube y nube recitar amaneceres? ¿Gritar tu nombre en las esquinas de lo imposible? Pero enmudece el silencio y nadie me responde.
¡Y tu cuerpo! ¡Siempre tan lejano a las caricias de mis manos! He imaginado nuestros deseos, y enredado en la pasión de tu sonrisa y de tu sexo: te he amado en un tangible e inmenso universo onírico ¡Te he amado tanto!

Sin embargo, mi amor por ti no ha impedido que el frío mármol de la muerte se adentrara en las alcobas de la noche, sin que yo advirtiera el terror de tu no ser. Te escribo mezclando los tiempos de los verbos: presente y pasado; sin futuros. No existe gramática para hablar con las quimeras en los templos callados de los cementerios.

Tu no ser, me ha llevado a la locura de no saberme vivo. En el absurdo de mis rutinas danzan los versos con músicas sin rostro. Y sigo amándote más allá de los preceptos de la muerte.

Amor mío, no respondas.  Deja que acaricie tu silencio.




Juana Hernández Conesa


Letras y Voces 2008.
Antología Internacional.

Editorial Nuevo Ser. Argentina

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