domingo, 29 de agosto de 2010

MEMORIAS DE ADRIANO de Marguerite Yourcernar



Hoy os invito a cenar con Marguerite Yourcernar, ella nació en Bruselas en 1903. Huérfana de madre, desde su nacimiento, su padre le proporcionó una educación exquisita. Marguerite, murió con “los ojos abiertos” en Estados Unidos en 1987. La obra de esta autora se merecía una cena, ya que no hubiera sido suficiente con una tertulia de café. Llegó a mí, hace años, de la mano de un amigo y nunca me he desprendido de ella. Es sublime, cercana, profunda y su inteligencia emocional te hace venerarla, inevitablemente, en todos y cada uno de sus escritos.
En esta cena “tan exclusiva” vamos a saborear una de sus obras, tal vez la más querida por ella:  "Memorias de Adriano”, el paradigma de la novela histórica. No un es sucedáneo ni, en modo alguno, una aventura irreflexiva de cotidianos o tópicos sabores. Acudid a esta cena con el alma vestida para la ocasión. Preparad el paladar para degustar los excepcionales condimentos y la estética de una cocina elaborada, imaginativa, delicada y sofisticada; regada con los mejores caldos. Os anuncio que lo que os hará sentir esta “delicatessen literaria” tiene que ver con las grandezas y las miserias de los hombres de todos los tiempos, y con los tiempos de todos los hombres. Nada os resultará ajeno. Hallaréis en cada plato un placer reconfortante que reconoceréis como exquisito.
Para Yourcernar, nuestra anfitriona, escribir esta novela fue una intención recurrente, a lo largo de toda su vida, basada en la frase inolvidable de Flaubert: «Cuando los dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre». “Gran parte de mi vida- nos confiesa la escritora- transcurriría en el intento de definir, después de retratar, a este hombre solo y al mismo tiempo vinculado con todo”
Adriano es un hombre de su tiempo y también un hombre erudito y pragmático cuando es necesario; se toma un tiempo para meditar sobre la Historia y el porvenir del Imperio, que expandió como estratega militar, o recuperó del poder de los insurgentes. Se dio tiempo para conocer el Cristianismo, aunque no lo practicó ni tampoco lo proscribió. Un hombre que será un contertulio de excelencia, en esta singular cena, a través de la acreditada voz de Marguerite Yourcenar.


Disfrutad de los placeres que nos regala la inteligencia, la sensibilidad y la vida plena, del que fuera el emperador más poderoso de su tiempo.


¡Os invito a que viváis intensamente este “momento único”, como nos indica Flaubert, ya que en la vida como en la Historia existen pocos momentos únicos!
¡Bon appetit!



"Memorias de Adriano” transcurre en ese momento histórico, marcado por Flaubert, en el siglo II de nuestra Era. Como emperador, Adriano, estaba considerado un semidios. Fue una persona instruida, capaz de escribir y filosofar y que tenía un gran fervor por la Grecia clásica ya que fue la base de su formación humana, filosófica y literaria.
Desde el primer momento,  en la novela, se nos presenta a un emperador a punto de morir, un alma abandonada por su cuerpo, y que no por ello ha perdido la serenidad.
Adriano medita y recuerda, anhelando que sus memorias sirvan de guía para vivir al hombre de todos los tiempos, pero también para morir de una manera conciliadora: "Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos..."
Marguerite Yourcenar reconstruye no sólo la vida de un hombre y una etapa de la Historia, sino que se recrea en su mente, en su cosmovisión; Adriano narra su propia biografía y paulatinamente el Emperador va dejando asomar al hombre.
"Memorias de Adriano” es una obra acerca del ser humano, un ser humano especial ya que se trata de un emperador romano en el que, como era habitual en su mentalidad, en ellos lo humano acariciaba lo divino.
Adriano en su lecho de muerte se dirige a Marco Aurelio, su sucesor, a través de una epístola. Lo que en un principio se nos presentan como las divagaciones de un moribundo rápidamente comienza a tomar forma y nos vemos apresados por la prodigiosa mente de esta persona; por sus pasiones, sus odios y sus ideas; en definitiva por la manera de ser y estar en el mundo en el que vivió. Adriano, estaba esencialmente influenciado por Grecia y su cultura: y ese fue su ideal del mundo. Su gran pasión no la encontró entre las mujeres, ni tan siquiera en la mujer con la que estuvo casado. Su gran pasión fue el joven Antinoo, al que conoció en Egipto. Este joven representaba para Adriano el canon de belleza. Antinoo se suicidó, tal vez por despecho o tal vez por un sacrificio ritual en honor a su amado. Ya que Adriano era muy aficionado al oscurantismo y a la astrología. Antinoo se suicidó de la forma más poética y romántica que pudiera imaginarse entonces: ahogándose en el Nilo. Sin embargo, Adriano confiesa que si Antinoo esperaba protegerlo con su suicidio, él debía asumir, con tristeza, que el amor que le profesaba era frágil ya, que no advirtió que el peor de los males que podía padecer era perderlo.


He elegido algunos fragmentos de esta novela porque creo que con ellos os llegará su grandeza.


"Mucho me costaría vivir en un mundo sin libros, pero la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera…"( Pág, 12)

"El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente; mis primeras patrias fueron los libros…"( Pág, 17)

"Pasamos toda una noche discutiendo el mandamiento que exige amar al prójimo como a uno mismo; yo lo encontraba demasiado opuesto a la naturaleza humana como para que fuese obedecido por el vulgo, que nunca amará a otro que a sí mismo, y tampoco se aplicaba al sabio, que está lejos de amarse a sí mismo.
Por lo demás el pensamiento de nuestros filósofos me parecía igualmente limitado, confuso o estéril. Tres cuartas partes de nuestros ejercicios intelectuales no pasan de bordados en el vacío; me preguntaba si esa creciente vacuidad se debería a una disminución de la inteligencia o a una decadencia del carácter; sea como fuere, la mediocridad espiritual aparecía acompañada en casi todas partes por una asombrosa bajeza del alma…" ( Pág, 122)

"Pero los pedantes se irritan siempre de que conozcamos tan bien como ellos su mezquino oficio. Todo servia de pretexto a sus malignas observaciones. Había hecho yo incluir en los programas escolares las obras demasiado olvidadas de Hesíodo y de Ennio; los espíritus rutinarios me atribuyeron inmediatamente el deseo de destronar a Homero y al límpido Virgilio, a quien sin embargo citaban sin cesar. Con gentes así no se podía hacer nada …"( Pág, 122)

"Un nuevo proyecto me absorbió largamente, y aún me preocupa: el Odeón, biblioteca modelo, provista de salas de clase y de conferencias, que constituiría un centro de cultura griega en Roma. Le di menos esplendor que a la nueva biblioteca de Éfeso, construida tres o cuatro años atrás, y menos elegancia amable que a la de Atenas. Quería hacer de esta fundación una émula, ya que no la igual del Museo de Alejandría; su desarrollo futuro será de tu incumbencia. Mientras me ocupo de ella, suelo pensar en la hermosa inscripción que Plotina había hecho grabar en el umbral de la biblioteca creada por sus afanes en pleno foro de Trajano: Hospital del alma…"(Pág,125)

"Y pensaba que sólo dos asuntos importantes me esperaban en Roma. Uno era la elección de mi sucesor, que concernía al imperio entero; la otra era mi muerte, que sólo me concernía a mí.
Roma me había preparado un triunfo, que esta vez acepté. Ya no luchaba contra costumbres al mismo tiempo venerables y vanas; todo lo que saca la luz el esfuerzo del hombre, aunque sea por un día, me parece saludable en un mundo tan dispuesto al olvido…" ( Pág, 139)

"No tengo hijos, y no lo lamento. Verdad es que en esas horas de cansancio y debilidad en que uno reniega de sí mismo, me he reprochado a veces no haberme tomado el trabajo de engendrar un hijo que me hubiera sucedido. Pero esa vana nostalgia descansa en dos hipótesis igualmente dudosas: la de que un hijo nos sucede necesariamente y la de que esa extraña mezcla de bien y de mal, esa masa de particularidades ínfimas y extrañas que constituyen una persona, merezca tener sucesión. He empleado lo mejor posible mis virtudes, he sacado partido de mis vicios, pero no tengo especial interés en legarme a alguien… (…) Afortunadamente, en la medida en que nuestro Estado ha sabido crearse una regla para la sucesión imperial, ésta se determina por la adopción; reconozco en ella la sabiduría de Roma… (…)Conozco los peligros de la elección y sus posibles errores; no ignoro que la ceguera no es privativa de los afectos paternales; pero una decisión presidida por la inteligencia, o en la cual ésta toma por lo menos parte, me parecerá siempre infinitamente superior a las oscuras voluntades del azar y de la ciega naturaleza. El imperio debe pasar al más digno; bello es que un hombre que ha probado su competencia en el manejo de los negocios mundiales elija su reemplazante, y que una decisión de tan profundas consecuencias sea al mismo tiempo su último privilegio y su último servicio al Estado" ( Pág, 140-141)

"Lo miraba vivir. Mi opinión sobre él se modificaba de continuo, cosa que sólo sucede con aquellos seres que nos tocan de cerca; a los demás nos contentamos con juzgarlos en general y de una vez por todas…"( Pág, 143)

"Puede ser después de todo que tengan razón, y que la muerte esté hecha de la misma materia fugitiva y confusa que la vida. Pero desconfío de todas las teorías de la inmortalidad; el sistema de retribuciones y de penas deja frío a un juez que conoce la dificultad de juzgar. Por otra parte también me sucede encontrar demasiado simple la solución contraria, la nada, el hueco vacío donde resuena la risa de Epicuro… (…)Soy el que era; muero sin cambiar…" ( Pág, 160 )

"No todos nuestros libros perecerán; nuestras estatuas mutiladas serán rehechas, y otras cúpulas y frontones nacerán de nuestros frontones y nuestras cúpulas; algunos hombres pensarán, trabajarán y sentirán como nosotros; me atrevo a contar con esos continuadores nacidos a intervalos irregulares a lo largo de los siglos, con esa intermitente inmortalidad… (…) Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver... Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos..."  ( Pág, 163)
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