miércoles, 4 de agosto de 2010

LA TREGUA de Mario Benedetti



Mario Benedetti (Uruguay, 1920-2009) es uno de mis poetas, el que glosa la realidad, el que construye amores y vidas sobre metáforas urbanas; dotándolas de conciencia y de justicia social. Todo en él es de carne y hueso. Si bien, su prolífica obra literaria incluye: cuentos, novelas, teatro y ensayo. Para mí es: “mi poeta”. A Benedetti lo he perseguido siempre, caminando tras sus pasos, con la necesidad de agua que posee un sediento en el desierto.
Pero cuando lo amé, cuando me estremecí con las caricias de sus palabras, fue en Montevideo releyendo “La tregua”. Allí lo conocí. Conocí su gris, su lluvia, su espera parsimoniosa, su rebeldía pausada y, a la vez, repleta de tenacidad. Conocí: “Que el Sur también existe”
Hoy, os invito a vivir “La tregua”; -publicada en 1960 y candidata en su versión cinematográfica a los Premios Óscar, mejor película extranjera- con ella os hospedaréis en el diario de un hombre que ya está en vísperas de su jubilación. No obstante, la forma narrativa, a modo de diario, es sólo una herramienta que, el autor utiliza, para trasladar a las conciencias de los lectores una profunda reflexión acerca de los matices esenciales de la vida, que son comunes a todos: ya se viva en Montevideo, en Madrid, en París o en Londres.
En “La tregua” hallaréis los elementos para ser un poco más sabios. Y estaréis seguros de que todo está en los libros y todo está en la vida. De que los unos y la otra se complementan."La tregua" es el paradigma de la exquisitez de la vida que hay en los libros y, también, de la inquietud que existe en los libros que nos hablan de la vida.
¡Os deseo una lectura que os llene de vida!

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“La tregua” nos va informando de los acontecimientos a través de las entradas del diario del protagonista: Martín Santomé. “Un triste con vocación de alegre” que él atribuye, como rasgo definitorio del carácter de su hija Blanca. Viudo y padre de tres hijos ya con “sus vidas en marcha” y, naturalmente, cada uno con una relación con su padre y de éste con ellos muy singular y en absoluto exenta de contrariedades.

“La tregua” es una negociación entre la vida y el protagonista, cuando éste ve aproximarse ese día indeterminado en donde se hace presente el absurdo de las componendas vitales. Es entonces cuando la vida le brinda una tregua para descubrir el verdadero amor en la joven oficinista Laura Avellaneda. Y Benedetti nos obsequia con un amor portentoso: “Ella me daba la mano y no hacía falta más... Ella me daba la mano y eso era amor”.

Sin embargo, en la novela se contempla también la duda acerca de Dios y la necesidad de tener un Dios asequible y cercano al corazón. Se contemplan “las obligaciones vitales” como sedes de las cárceles más terribles. Se contempla “la rutina”, que puede llegar a sernos plácida ya que, como le ocurre a Santomé, nos autoriza a rememorar todas las decepciones.

Apostilla Benedetti, en sus reflexiones, a través de la voz de Santomé, que lo frecuente –y que por frecuente no deja de ser lúgubre - es que nos habituemos a la rutina y a su mediocridad fatídica, que arrinconemos perpetuamente lo que deseamos ser y hacer. Tal vez, sea así. ¿Nos negamos a nosotros mismos en pro de los requerimientos de las “obligaciones vitales” y de la “rutina”, que nos procuran un falso ocio y nos impiden el placer reconfortante del verdadero contacto humano? 
En “La tregua” hallaréis la corrupción- en nuestras ilusiones- que provoca el paso del tiempo. La corrupción en la política, en las personas y en los medios de comunicación. Hallaréis la muerte cuando nos visita a deshoras. Hallaréis el significado del placer con mayúsculas. Es, sin duda, el espacio literario más idóneo para replantearse la vida.

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