viernes, 21 de octubre de 2011

EL GATOPARDO de Lampedusa



Hoy os invito a una copa de vino, en mi amada Sicilia. Esa tierra pertrechada de batallas; cosida a jirones, entre victorias y derrotas. Una tierra en donde sigue vivo el arte griego, esperando que nuestros ojos se dignen admirarlo en todo su esplendor. Incluso después de visitar Atenas, Sicilia es necesaria para embriagar nuestros sentidos y nacarar nuestras almas. La obra de G. Tomasi di Lampedusa, (1896−1957) " El Gatopardo" nos acompañará por esta tierra ignorada. La novela fue publicada póstumamente, en 1958, por Giorgio Bassani, y se constituyó como el primer bes-seller italiano. Es la única obra que nos legó su autor.
Entre "El Padrino" de Mario Puzo, sin duda una novela excelsa, o "El Gatopardo" de Lampedusa, he elegido, para este bridis, a Lampedusa; porque su prosa destila Sicilia y no se aleja ni un instante de ella. Y para brindar en Sicilia es necesario imantarse. 
Así la sentí cuando la leí por primera vez, y también cuando años más tarde viajó conmigo hasta la isla. No me decepcionó. En ella, no todo estaba dicho, pero el autor había glosado lo esencial. Después, Sicilia me susurró sus enigmas... 
Y he pensado que como sabemos que en esta aventura es mejor no distraernos con cantos de sirena, también os invito a la obra maestra que Visconti, basándose en la novela de Lampedusa,  construyó para el Séptimo Arte. No es necesario negar que esas imágenes impregnan nuestra lectura y condicionan la estética con la que nos asomamos a los acantilados de su mar, un mar de azules incomprensibles. Y de este modo, entre dos hermosas piruetas escénicas, ponemos rumbo a Sicilia.
"Aunque los protagonistas de esta novela sean el príncipe siciliano Fabrizio de Sa¬lina y sus familiares, el verdadero personaje central de la obra es, justamente, el Gattopardo que, como emblema, figura en el escudo del príncipe y se hace centro de las virtudes y defectos de su linaje. Unas y otros son, en todo momento, gattopardescos, palabra con la que se definen muchas cosas, y que responden a una actitud ante la vida y la muerte, ante los hombres y las cosas.
El argumento principal de la novela es la unificación italiana con breves referencias a años posteriores. Las consecuencias de esta unificación, son el telón de fondo de toda la obra. El libro condesa la decadencia de un mundo, el de la aristocracia siciliana, resumido y dominado por la figura del protagonista Fabrizio Salina, y el ascenso de la burguesía personificado en Don Calogero, que es el alcalde de la pequeña villa de Donnafugata en la cual la familia Salina pasa la temporada estival; y su hija Angélica, la cual se une en matrimonio con el sobrino favorito del Príncipe Salina". 


"Porque  si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie..."


Es una obra tan delicada y trágica como el alma del Mare Nostrum. Disfrutad y, aquellos que podáis reconoceros en ella... sed felices.



"Peligro. La palabra resonó en su mente con tal claridad que le sorprendió. Peligro. Pero peligro ¿para quién? Quería mucho a Concetta: le gustaba su respetuosa sumisión, la placidez con que se inclinaba a toda odiosa manifestación de la voluntad paterna, sumisión y placidez, por lo demás, sobrevalorada por él. La natural tendencia que tenía a apartar de sí cualquier amenaza a la propia calma le había hecho descuidar la observación del relámpago asesino que atravesaba los ojos de la joven cuando las rarezas a las cuales obedecía eran realmente demasiado vejatorias.
El príncipe quería mucho a su hija, pero quería todavía más a su sobrino. Conquistado desde siempre por el afecto burlón del muchacho, hacía pocos meses que había comenzado a admirar también su inteligencia: esa rápida adaptabilidad, esa penetración mundana, ese arte innato de los matices que le daba soltura para hablar el lenguaje demagógico de moda, con todo y dejar comprender a los iniciados que todo ello no era más que un pasatiempo al que él, el príncipe de Falconeri, se entregaba por un momento; todas estas cosas lo habían divertido, y en las personas del carácter y la clase de don Fabrizio la habilidad para divertirle constituía ya las cuatro quintas partes del afecto. Tancredi, según él, tenía ante sí un brillante porvenir. Podría ser el alfil de un contraataque que la nobleza, bajo uniformes cambiados, podía efectuar contra el nuevo estado social. Para hacer esto le faltaba sólo una cosa: dinero. De esto Tancredi no tenía nada. Y para progresar en política, además de que el nombre ya contaba de suyo, era necesario mucho dinero: dinero para comprar los votos, dinero para hacer favores a los electores, dinero para un tren de casa realmente resplandeciente. Tren de casa... Y Concetta, con todas sus virtudes pasivas, ¿sería capaz de ayudar a un marido ambicioso y brillante a subir los resbaladizos escalones de la nueva sociedad, tan tímida, reservada, retraída como era? Sería siempre la bella colegiala que era ahora, una bola de plomo al pie del marido... ( Pág, 40)

"—Excelencia, a la mujer de don Calogero no la ha visto nadie desde hace años, excepto yo. Sale sólo para ir a misa, a primera misa, la de las cinco, cuando no hay nadie. A esa hora no hay servicio de órgano. Pero yo una vez me di un madrugón adrede para verla. Doña Bastiana entró acompañada por la doncella, y yo, protegido por el confesionario detrás del cual me había escondido, no podía ver mucho, pero al terminar el servicio divino el calor fue más fuerte que la pobre mujer y se apartó de la cara el velo negro. Palabra de honor, excelencia, es hermosa como el sol, y no se puede censurar a don Calogero si cucaracha como es él, quiere tenerla lejos de los demás. Pero incluso de las casas mejor custodiadas acaban por salir a relucir las noticias: las criadas hablan, y parece que doña Bastiana es una especie de animal: no sabe leer, no sabe escribir, no conoce el reloj, casi no sabe hablar: una bella mula, voluptuosa y tosca. También es incapaz de querer a su hija. Buena para la cama y basta... ( Pág, 62)

" El sueño, querido Chevalley, el sueño es lo que los sicilianos quieren, ellos odiarán siempre a quien los quiera despertar, aunque sea para ofrecerles los más hermosos regalos. Y, dicho sea entre nosotros, tengo mis dudas con respecto a que el nuevo reino tenga en la maleta muchos regalos para nosotros. Todas las manifestaciones sicilianas son manifestaciones oníricas, hasta las más violentas: nuestra sensualidad es deseo de olvido, los tiros y las cuchilladas, deseo de muerte; deseo de inmovilidad voluptuosa, es decir, también la muerte, nuestra pereza, nuestros sorbetes de escorzonera y de canela. Nuestro aspecto pensativo es el de la nada que quiere escrutar los enigmas del nirvana. De esto proviene el poder que tienen entre nosotros ciertas personas, los que están semidespiertos; de ahí el famoso retraso de un siglo de las manifestaciones artísticas e intelectuales sicilianas: las novedades nos atraen sólo cuando están muertas, incapaces de dar lugar a corrientes vitales; de ello el increíble fenómeno de la formación actual de mitos que serían venerables si fueran antiguos de verdad, pero que no son otra cosa que siniestras tentativas de encerrarse en un pasado que nos atrae solamente porque está muerto...( Pág, 91)

"«Todo esto no tendría que durar, pero durará siempre. El siempre de los hombres, naturalmente, un siglo, dos siglos... Y luego será distinto, pero peor. Nosotros fuimos los Gatopardos, los Leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos y hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra.»
Se dieron mutuamente las gracias y se despidieron. Chevalley se encaramó a la diligencia, izada sobre cuatro ruedas de color de vómito. El caballo, todo hambre y llagas, comenzó el largo viaje...
( Pág, 94)

" Era verdad: ningún Tancredi hubiese resistido jamás a su belleza unida a su patrimonio. Habríase casado con ella pasando por encima de todo. Algo le dolió en el corazón: pensó en los ojos altivos y humillados de Concetta. Pero fue un dolor breve. A cada vuelta que daba le caía un año de los hombros: pronto se encontró como si tuviese veinte, cuando en aquella misma sala bailaba con Stella, cuando ignoraba todavía lo que eran las desilusiones, el tedio y todo lo demás. Por un instante aquella noche la muerte fue de nuevo, a sus ojos, «cosa de los demás». Tan absorto estaba en sus recuerdos que se ajustaban tan bien a la sensación presente, que no se dio cuenta de que en un momento dado Angelica y él bailaban solos. Acaso instigadas por Tancredi las otras parejas dejaron de bailar y se quedaron mirando. Los dos Ponteleone estaban allí, parecían enternecidos. Eran viejos y acaso comprendían. También Stella era vieja, pero sus ojos estaban sombríos...
( Pág,116)

"Quería confesarse. Las cosas se hacen o no se hacen. Todos salieron, pero cuando tuvo que hablar se dio cuenta de que no tenía mucho que decir: recordaba algunos pecados concretos, pero le parecían tan mezquinos que no valían la pena de haber importunado a un digno sacerdote en aquella jornada de bochorno. No era que se sintiese inocente; pero era toda su vida pecadora, no éste o aquél hecho determinados, y ya no tenía tiempo para decir esto. Sus ojos debieron expresar una turbación que el sacerdote tomó como expresión de arrepentimiento, como, en cierto sentido, lo era. Fue absuelto. Su barbilla apoyábase sobre el pecho porque el sacerdote tuvo que arrodillarse para introducirle en la boca la Partícula. Luego fueron murmuradas las inmemoriales sílabas que allanan el camino, y el sacerdote se retiró...( Pág, 125)
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