miércoles, 5 de octubre de 2011

DE PARTE DE LA PRINCESA MUERTA de Kenizé Mourad


Hoy os invito a un viaje hacia la libertad o, tal vez, sea más preciso decir que es un viaje hacia el amor a la libertad. Un viaje que tuve la fortuna de hacer en 1988 cuando se publicó: "De parte de la Princesa muerta". No conocía a su autora, Kenizé Mourad (París,1940). El libro fue el regalo de un amigo que había dedicado más de un año en recorrer el mundo. Turquía lo había fascinado. Naturalmente, no sólo Turquía, pero él sabía que yo emprendería ese viaje en unos meses, y pensó que esa era la novela que debía viajar conmigo. Fue mágico aquel regalo, mágico aquel viaje, como mágica la historia que me acompañó. Todos mis viajes están decorados con novelas. Éste no podía ser una excepción. Y ahora, cuando la tengo, de nuevo, entre mis manos y releo lo que subrayé entonces, la sigo amando. Y porque la sigo amando, os invito a ella.
"De parte de la Princesa muerta" es una novela histórica, narrada con una infinita ternura y un gran realismo, que nos atrapa en los ambientes y las idiosincrasias de la Corte Otomana, del pueblo Libanés y de la India de los Rajás, llena de grandeza y de miseria a la vez. Al mismo tiempo, describe con detalle la excepcional personalidad de una mujer que vive los acontecimientos con una exquisita sensibilidad, con esa sensibilidad que sólo poseen las almas valientes, capaces de superar todos los fanatismos. Porque en la vida, como en las novelas, nada es como parece...


"La princesa Selma, exiliada en Turquía cuando todavía era una niña, emprendió un camino de sorpresas e inquietudes que la llevó del Líbano a la India y concluyó con su llegada a Francia, al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Fue una vida fugaz, dramática, tan extraordinaria como fascinante. En París, la princesa dio a luz a una niña que sería su fruto más valioso: la autora de este libro...".


Espero que lleguéis a amar esta historia, tanto como la he amado yo.

"El sol baja sobre el Bósforo. A través de las altas ventanas acristaladas, Hatidjé contempla el río y, en la ribera opuesta, en el continente asiático, el palacio de Beylerbé. No puede dejar de sonreír ante esta ironía del destino: es allí, justo frente a su mansión, donde su antiguo carcelero, prisionero también él, vivió los últimos años de su vida.
Las malas lenguas pretenden que había elegido vivir cerca del sultán destronado para poder contemplarlo a su gusto. Es falso:ella vivía desde antes en ese palacio de Ortakoy. Se había vengado,claro está, pero de otra manera..." ( Pág, 20)

" Selma, que arde por saber cómo terminó la historia, está resuelta a forzar a su madre a la confidencia. Esfuerzo inútil. Tras haber exclamado: «¡Ah, bueno!», con tono de la más perfecta indiferencia, la sultana vuelve a sumirse en la lectura. Selma da vueltas unos minutos por la habitación y luego, viendo que no conseguirá nada, se va despechada. Así pues, su madre no confía en ella. Cree que es incapaz de guardar un secreto. Todavía la considera una niña cuando ya tiene nueve años. ¡Muy bien! ¡Lo
averiguará sola!... ( Pág, 84)

"En las semanas que siguen, afluirán las tarjetas de invitación, pero para gran sorpresa de su madre, Selma ni siquiera las mira. Declara que la aburren esas reuniones en las que cada cual sólo se preocupa de ser la mejor vestida y en las que el principal tema de conversación es murmurar de los ausentes... "( Pág,176)

"Bagdad, 1º de mayo de 1926
Mi querida niña:
Os envío esta carta un poco como quien arroja una botella al mar, pues, desde hace dos años os he escrito muchas veces. Inútilmente. Mis cartas ¿se perdieron o nohabéis querido contestarme? Vuestro padre es muy desdichado, ¿sabéis?, por haber perdido a su bonita Selma. Por supuesto, fue culpa mía: yo elegí mi país, creyendo que me necesitaba. ¡Qué vanidad...! Desde entonces, no pasa un día sin que lamente mi decisión. ¿Podéis comprender... y perdonar? Me siento tan solo, me hubiera gustado tanto veros crecer. Erais una niña maravillosa y ahora debéis ser una hermosa joven.
He pensado que, tal vez, os gustaría volver a ver a vuestro anciano padre, después de tanto tiempo. Actualmente soy cónsul en Bagdad. Es una ciudad admirable. ¿Os gustaría conocerla? Si es sí, hacédmelo saber, os envío inmediatamente el billete para vos y vuestra kalfa. Podréis quedaros
algunos meses, o más si lo deseáis: nada podría hacerme más
feliz.
Espero vuestra respuesta con impaciencia...
Vuestro padre que os ama.
P.S. Por supuesto, también deseo ver a Hairi, pero primero
debe terminar sus estudios. Os encargo transmitir mis respetos
a la sultana. ¡Qué Alá la guarde!... "( Pág, 181)

" Salga de su sueño, Selma, usted es una mujer. ¿Tiene conciencia de lo que eso significa? Es el más hermoso título de nobleza, todo lo demás sólo son frivolidades ridículas que obstaculizan el flujo de la vida. ¿Nunca se preguntó por qué yo la llamaba «diosa» y no «princesa»? Porque quiero que se libere de ese título que la limita, pues usted es mucho más que una princesa, usted es un ser humano con sus infinitas posibilidades" ... ( Pág, 516)

" EPILOGO
Así termina la historia de mi madre.
Poco tiempo después de su muerte, un visitante se presentó en el consulado de Suiza. Era Orhan, el primo de Selma. En su tarjeta de visita había escrito simplemente: «De parte de la princesa muerta».
Avisado por vía diplomática, el rajá supo que tenía una hija. Como las comunicaciones entre la India, colonia inglesa, y la Francia ocupada, estaban interrumpidas, no pudo hacerla volver a Badalpur. Fue mucho después de la guerra cuando se encontraron.
Pero ésa es otra historia.
De Zeynel se perdió el rastro. ¿Murió de pena, de miseria, o
tal vez, extranjero entre los extranjeros, fue embarcado en un
vagón precintado?
En cuanto a Harvey, no había olvidado. Pero sólo conoció las cartas de Selma después de la muerte de su esposa. Durante tres años ésta las había escondido.
Una vez liberada Francia, viajó rápidamente a París. Cuando supo que había muerto Selma, quiso ocuparse de la niña. Pero acababa de iniciar los trámites cuando murió de un ataque al corazón.
Después, mucho después, quise comprender a mi madre. Preguntándole
a los que la conocieron, consultando libros de historia, periódicos de la época y los archivos dispersos de la familia; demorándome allí donde ella había vivido, intenté reconstruir los diversos marcos de su existencia, hoy en día irremediablemente trastornados, y de volver a vivir lo que ella vivió.
Finalmente, para acercarme a ella todavía más, para reencontrarla,
confié en mi intuición y en mi imaginación...( Pág, 575)
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