jueves, 2 de diciembre de 2010

EL SOL DE LOS SCORTA de Laurent Gaudé


Ahora que el frío se ha instalado entre nosotros y que el mundo se presenta hipotecado y apocalíptico,he pensado en invitaros a “El sol de los Scorta” de Laurent Gaudé ( París, 1972). Es una obra maestra, traducida a más de treinta idiomas, una pieza única de esas que sólo son capaces de pergeñar los gigantes. En su lectura hallaremos la explicación a la mísera herencia que deja la vida. Generación tras generación nos hacemos eternos, cuando al morir dejamos el testigo a los que nos siguen. Damos el relevo. Hallaremos la riqueza intangible, la única y verdadera riqueza, compuesta de recuerdos y de una insaciable sed por vivir y también aprenderemos que los secretos- no el silencio- nos hacen fuertes y poderosos.
Os invito, a un universo de pasiones, afrentas y desafíos atemporales. Desde la Italia del sur nos llegan los ecos de la tragedia griega. Y lo más importante: es una novela que nos reconcilia con nosotros mismos. 
Con su esencia humanista, “El sol de los Scorta” nos desvelará los misteriosos vínculos que se establecen entre nuestro destino, nuestro temperamento y el momento y el lugar donde nacemos.
Aquella noche de 2007 bebí de un sorbo “El sol de los Scorta”. Me embriagó su realidad, su lenguaje rápido, su pasión. Nunca la he podido olvidar. Forma parte de los libros que más amo.
Os invito, a través de las palabras introductorias que el autor ha elegido, tomadas de Cesare Pavese, a repensar el sudor de los días y sus trabajos.


“Una tarde caminábamos al pie de una colina,
en silencio. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
con el rostro bronceado, que se mueve despacio,
callado. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió de estar muy solo
-un gran hombre entre idiotas o un pobre loco-
para enseñar a los suyos tanto silencio.”



Gaudé, nos introduce a través de las piedras calientes del destino y nos atrapa desde la maldición de Rocco; desde allí recorremos el regreso de los desheredados, el estanco de los callados, el banquete, los comedores de sol, la tarantela, la zambullida del sol y el terremoto hasta la procesión de San Elia.
Homero se pasea por Montepuccio y los olivos del Mediterráneo, con su sol inmisericorde, nos lleva hasta Platón y hasta Aristóteles. Pero los sentimos como parte de nuestra piel. Esa es la grandeza del autor. Los convierte en personajes de nuestro tiempo en los que nos reconocemos plenamente. Nada en ellos no es ajeno.


He elegido algunos fragmentos con los que convivo y trato de comprender algunos dilemas del sudor de los días:


“...Se dijo que había sido un hombre. Sólo un hombre. Don Salvatore tenía razón. Bajo el sol de Montepuccio, los hombres como las aceitunas, eran eternos. ( Pág, 235 ).

“…Volvió a pensar en aquellos años, y tuvo la sensación de que no había dispuesto de un segundo para recobrar el aliento. Había corrido detrás del dinero. Había trabajado sin descanso hasta que sus noches fueron tan cortas como sus siestas. Pero, sí, había sido feliz. Su tío, su viejo tío Faelucc’, que un día le había dicho “Aprovecha el sudor”, tenía razón. Eso era lo que había ocurrido. Había sido feliz y había trabajado hasta el agotamiento. Su felicidad era hija de ese cansancio. Había luchado. Se había empleado a fondo(…) Tenía dinero, pero aquella felicidad salvaje, arrancada a la vida, había quedado atrás” (Pág, 221).

“… ¿Cómo se pesa la vida de un hombre? La suya había sido como cualquier otra. Llena, sucesivamente, de alegrías y lágrimas” ( Pág, 220).

“ …Soy el sol…Hasta el final del mar…”( Pág, 201).

“…Nada me detendrá…El sol ya puede matar todos los lagartos de las colinas, pero yo resistiré…” ( Pág, 16).


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