miércoles, 29 de septiembre de 2010

LA ORDEN DEL PAPIRO DE ÁMBAR de José Juan Mújica Villegas



Hoy os invito a una peregrinación hacia lo paradójico, hacia la futilidad y sus absurdos; y lo hago con Mújica Villegas (Las Palmas de Gran Canaria, 1949) a través de su novela: “La Orden del Papiro de Ámbar”. El autor, que me dedicó la novela sin rubrica, es un Groucho Marx en sepia: mucho más triste, patético, sagaz, irónico y surrealista de lo que nos resultará su inteligente historia.
Así que pensé: ¿qué tal un manifiesto de humor inteligente a “lo Mújica Villegas”? Y aquí os lo he traído. ¿Peregrinamos hacia el absurdo? Ya lo hicieron otros y, en modo alguno, resultaron ilesos ¡Adelante valientes! la aventura es nuestra...
No existe en el panorama literario actual nada comparable. Es único. Fusiona magistralmente la pedantería en clave de: “trágate el rollo”, la culturilla en clave de: “hay que aparentar”, la intriga en clave de: “esto vende”, las frases poéticas en clave de: “que no falte de nada”, los fragmentos rápidos y periodísticos en clave de: “es la moda” Y todo lo procesa y lo teje con una soberbia espontaneidad bufa.
Con Mújica Villegas no sabremos si nos reímos con él, de él, él de nosotros o simplemente nos reímos de nosotros mismos. Tampoco sabremos si su imaginación portentosa desea que abandonemos la novela, por aburrimiento, porque él sabe que nos atrapa sin ansiedades por conquistar finales imprevistos. La trama es tan absurda y manida: ”robar cuadros”, que nos costará pensar que no nos está “tomando el pelo” y nos reiremos, una vez más, de nosotros mismos y de nuestras pretensiones de "intelectualidad" libresca.

Mújica Villegas construye personajes más allá de lo ingenioso, su faceta de actor lo convierte en el arquitecto de la vida más disparatada, otorgándonos una visión de la realidad ridículamente artificiosa en la que somos capaces de “mantener el tipo” y además creérnoslo. El lenguaje, con "tics" absolutamente premeditados, es una promiscuidad de desatinos que, de forma intencionada, el autor nos prepara en un brindis de irreverencias. Asimismo, en un contexto inglés de finales del siglo XIX, rígido y metódico, la “hora del té” será la gran parodia de lo distinguido. También, la edición, nos regala algunas imágenes al carboncillo “por si la cuestión no queda clara”. Todo un compendio de “mala intención” divertida y transgresora hasta limites impensados.

¡Os deseo en este peregrinaje un “asalto filibustero” al sarcasmo inteligente de Mújica Villegas!




El guión que el editor propone al lector en “ La Orden del Papiro de Ámbar”( 2007) concluye con este fragmento que, en mi opinión, describe con agudeza el original contenido de una narración repleta de "tics" sorprendentes que, de forma constante, están admirando y asombrando al lector:
“Una divertidísima narración repleta de personajes ingeniosos y situaciones absurdas; un hipotético cóctel explosivo en el que tendrían cabida ideas tan dispares como las que se les pudiesen antojar a Conan Doyle o Groucho Marx; una novela de suspense para aquellos que creen que la intriga y el humor no tienen por qué estar reñidos”.


Mújica Villegas, nos instala en los años que cierran las puertas del siglo XIX y en un “anfiteatro” ideado para esa época: en un Londres proclive a la seducción y  en medio de su constante bruma, nos evoca un elenco variopinto de plumas sobre páginas de novelas de misterio.
En la historia que nos relata acontece sobre la capital inglesa "una maldición", que, a su vez, se cierne en torno a una enigmática amenaza. Ésta augura expectativas lúgubres y siniestras. Un "ente" anónimo y perverso, con enorme poder y con una fisiología delincuente y sólida, estructurada a su servicio, puede convertirse en el "mal" más poderoso que haya conocido nunca esa ciudad. A partir de ahí y desde un plan tan ambicioso como maligno se irá desarrollando una fábula en la que aparecerán los personajes más insospechados, a través de los cuales se enhebra toda una leyenda disparatada, hilarante y enigmática. Cada rincón de Londres esconde un sobresalto y cada uno de los actores irá vestido con una máscara imprevisible, peculiar y divertida. Robos de obras de arte, asesinatos paradójicos, raptos y escenas tragicómicas ponen de manifiesto una lucidez atrevida que crea un relato ameno y sencillo de leer. Sin embargo, cada página está impregnada de un deleite exquisito por la ironía, por el sarcasmo, por el humor y por la intriga; todo ello aderezado con unas sutiles moléculas de surrealismo.
 El autor nos rodea de personajes únicos, así como de escenas sorpresivas y alarmantes que completan la realidad de un libro inspiradamente extraño.

He elegido algunos fragmentos de la novela de Mújica Villegas. Espero que ellos sean delatores del contenido excéntrico de “La Orden del Papiro de Ámbar”

“Una mujer madura que había sacado a dar una vuelta a su perro, a sus dos gatos, a su vaca lechera y a sus dos hermanas viudas, pasó casualmente delante de ellos y les informó sin haber sido preguntada:
-No se molesten, no está en casa. Cuando se ausenta, abre las ventanas. Dice que lo hace para evitar que entren ladrones.
Las otras dos hermanas asintieron, a pesar de ser, como se ha dicho, viudas. También confirmaron con sus cabezas los dos gatos y el perro. La vaca, sin embargo, mugió con elegancia.
-Es Hortensia, les da las buenas tardes –dijo la mujer.
-Buenas tardes, Hortensia –saludó Papermate en nombre de los tres-. Tiene usted unas ubres preciosas.
Todos hicieron una cortés reverencia y la señora reanudó su paseo en compañía de sus allegados. Se dieron cuenta enseguida de que se trataba de un animal muy sensible a las cortesías, puesto que podía advertirse a la legua que, tras el piropo del cirujano, una de las mamas se le había ruborizado.” (Pág. 230)

“-¿Qué ha sucedido agente, algo grave? –preguntó una anciana que iba colgada del brazo de su difunto marido, quien a pesar de haber muerto años atrás, no había perdido el hábito de acompañarla en los paseos matutinos.” (Pág. 377)

“Entre tanto, un molesto moscardón comenzó a dar vueltas por el escritorio y distrajo la atención de los fumadores, obligándoles de cuando en cuando a seguir, sin desearlo, su desconcertado itinerario. Smiles, incómodo y enojado por la circunstancia, miró a un lado de la mesa y extrajo de un paragüero una cerbatana amazónica y, tras introducirle una flecha envenenada con curare se la llevó a la boca y comenzó a seguir con ella los delirantes movimientos del insecto.” (Pág. 72)

“-¿Roba usted carruajes? –preguntó la moza, asombrada.
-Sí, es mi profesión.
-Debe ser un trabajo apasionante.
-Lo es.
-¡Cómo le envidio!
-¿Le gusta? Un día la invitaré a robar uno. ¿Le apetece?
-¡Me encantaría!
-Será un placer hacerlo con usted.
-Para mí, también.” (Pág.291)

“-¿Y usted, Sniffer, ¿qué opina del asunto? –preguntó el más interesado en las respuestas que pudiese ofrecer cada uno.
El aludido dejó por un instante de marcar un as de corazones y respondió con gran solemnidad y elocuencia:
-Me la reflanflinfla.
O´Leary, sin inmutarse, insistió en preguntarle con excepcional agudeza.
-Sí, muy bien, de acuerdo. Pero me gustaría saber si esa reflanflinflez que manifiesta contiene inquietud por el tema o pasa usted del asunto.
Sniffer miró con desgana al policía y le mandó a freír monas…” (Pág. 325)

“-¡Pistas, pistas, pistas! Lo que menos necesito yo ahora son pistas. Lo que mejor me vendría sería un centro de reposo o un precipicio que tuviera acantilados cincuenta metros más abajo –dijo gimoteando como un imberbe.
Tal vez por esa razón, su ayudante insistió en consolarle.
-Vamos, no sea usted imberbe, mi teniente.” (Pág. 380)

“Advertida esta circunstancia por los malhechores, propició que un individuo pequeño de rasgos orientales, de cabeza rapada a excepción de una coleta, y vestido con un kimono sedoso de color azul, saliese debajo de una de las piezas de artillería. Hizo cargar los cañones de ese lado y dio una serie de órdenes apresuradas.
-¡Calgad, calgad! ¡Plonto, plonto!
-¡El chino! ¡Frene, John, frene! –gritaban desesperados tío y sobrino al conductor de su diligencia, viendo aquella pareja de cañones dispuesta a dispararles a tan sólo un metro de distancia.
-¡Lecueldos a San Pedlo! ¡Ji,ji,ji…!
El chino estiró la cara, cerró con fuerza sus pequeñísimos ojos, se tapó los oídos y dibujando su irónica risita, ordenó:
-¡Dispalal! ¡Matal!” (Pág. 349)

“La oscuridad de la noche era perceptible porque no se veía nada. La densidad de la niebla resultaba palpable, aunque hasta cierto punto no se advertía su abundancia por la falta de visibilidad. La luna, oculta por densas capas de nubes ayudadas por la complicidad de la neblina, era incapaz de romper un solo ápice de negrura, estando además en las últimas horas de su ciclo menguante, al límite de sus vigores luminosos. Quedaba clarísimo que todo estaba muy oscuro.” (Pág. 437)

“-A ver, Taxidriver. ¿Qué sucede para que entre usted tan aprisa? –preguntó el superior mirando con resignación el minúsculo depósito de papeles inservibles.
-Una mala noticia, señor. Viene en todos los periódicos. Se ha inventado el teléfono.
El rostro del teniente quedó desencajado. Saltó del asiento y comenzó a dar vueltas como un león enjaulado.
-¡Rayos! –exclamó- ¡Ya me han vuelto a pisar otro invento! –y propinó a la papelera un furibundo puntapié que la hizo saltar por los aires vomitando todo su contenido.” (Pág.170)

“El señor Arcadius Zebulolum, nacido en Australia, que había amasado una gran fortuna exportando a Inglaterra pieles de canguro destinadas a la confección industrial de pitilleras saltarinas, extrajo del interior de su batín un pulido bumerán, instrumento del que era considerado el más hábil y certero disparador del círculo, y sugirió:
-¿Qué les parece, señores, si usamos esto? –e hizo unas caricias al palo como si tratase de tranquilizar a una fiera.
-¡Ni soñarlo! –volvió a aparecer la rotunda negativa de Butterfly, poniéndosele la cara azul como un pimiento.
La sangre que corría por las venas de aquel genial músico debía ser de ese color y tal vez esa era la causa por la que, cuando se enojaba, la cara le azulease en lugar de enrojecer, como le sucede a la gente menos aristocrática y menos melódica” (Pág. 246)

“Blackisblack, ahora, si hubiese sido sustraído del tizne, era ya la misma persona de siempre. Seguro que las múltiples bendiciones que el especialista le había dispensado consiguieron con una celeridad inexplicable un exorcismo veloz del inmundo zorro que aquella noche, lo mismo que otras, se había deslizado hasta el interior del cuerpo de tan hospitalaria persona.
-Pasad, hijos míos –invitó el cura a todos a acercarse, al tiempo que gesticulaba unas cuantas bendiciones-. No ha sucedido nada. Sólo que Faithfully, que es sonámbulo, trató en sueños de ascender por la chimenea –dijo eso y se quedó tan pancho.
Faithfully Blackisblack quiso decir algo a sus invitados pero le resultó imposible articular una frase. Volvió a intentarlo, pero de su garganta no salió una sola palabra inteligible.
-¡Guau! –fue cuanto pudo decir antes de quedar profundamente dormido.
-Vaya, ahora tiene hipo. Dejémosle descansar y hagamos nosotros lo mismo –dijo el cura abandonando el sofá que ocupaba junto al licántropo.
-¿Ladrar? –preguntó uno que de niño había sido el más tonto de la clase.
-Descansar, hijo mío idiota -respondió el canónigo.” (Pág. 252)

“Antes de que pudiese reaccionar, dos cañones amenazantes oprimidos contra el estómago obligaban al ciego a levantar las manos.
-¡Hola, miserable! -le apostrofó el que respondía al nombre de Alfred.
-¡No, en el estómago no, por favor, que he comido gambas! –suplicó el de las gafas.
De inmediato, las armas de fuego fueron a posarse a la altura del corazón.
-¡No, por favor, ahí no, que estoy enamorado de la señorita que está dando la conferencia! –rogó nuevamente el interfecto.
Los cañones, complacientes, ascendieron hasta ambos lados de la cara.
-¡No, no, no, eso menos –volvió a defenderse el ladrón de carros sin bajar los brazos-, que hace sólo dos días que me han hecho cuatro empastes!
Los orificios metálicos ascendieron más aún y se posaron a ambos lados de su cabeza.
-¡No, ni se les ocurra, cerca de las orejas no, que a ver entonces donde me cuelgo las gafas! –dijo señalando las patas de estas" ( Pág. 276 )

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