domingo, 24 de noviembre de 2013

LA CIUDAD Y LOS PERROS de Mario Vargas Llosa


Este Otoño, como todos los otoños de mi vida, me ha declarado la guerra, e intenta hacerme comprender, sin lograrlo, el argumento de tanta maldad. Y es que los otoños, a lo largo de mi existencia, siempre han "hecho historia" y, naturalmente, éste no iba a dejar de hacerlo. Ilusa de mí, si he osado pensar que lo reclamarían otros asuntos. Definitivamente, entre el Otoño y yo hay algo personal. 

 ¡Y en estas estamos! Vemos caer las hojas e intentamos averiguar de qué batallas son las cicatrices que adornan nuestra piel... De repente, el olvido se ha hecho memoria y heme aquí releyendo una de las novelas que más me conmovió cuando era adolescente: “La ciudad y los perros” de Vargas Llosa. 

 Sé que es una novela que quise olvidar, pero no pude. No albergo duda alguna acerca de que aquel mundo de silencios, miedos, trampas, mentiras, violento e injusto, que contiene la obra de Vargas Llosa, destronó las metáforas dulces que por aquel entonces tejían mi vida cotidiana. Y por el principio de supervivencia, inherente a nuestra naturaleza, me di a otros libros e historias que no me proporcionaban pesadillas, o, al menos, no con tal intensidad. 

 Ahora que el Otoño y yo tenemos la misma edad, la novela no ha dejado de conmoverme. En la cuidad hay perros. Una jauría inunda el planeta. No entraré en detalles. Y es por ello que he pensado en compartirla con vosotros. Tal vez podáis arrojar luz a las pesadillas de este Otoño tan recio, o tal vez os quedéis callados, como el poeta de la novela, evitando así aclarar la muerte del cadete Ricardo Arana… 

 ¡Confío en que os alejéis de los silencios, acaban siendo la peor de las pesadillas! 

 ¡Os deseo un feliz reencuentro con la voz, con todas las voces de todos los otoños que han sido y serán! 


Acerca del argumento: 


 “Comienza con el robo de un examen de química el cual va a ser tomado días después, este es extraído por el cadete Cava, alumno venido de la sierra quien es vigoroso y osado. Éste fue ordenado por el círculo, agrupación que impone el lema y desorden entre los internos del Colegio Militar Leoncio Prado y del cual es líder. Se llega a descubrir este delito porque Cava deja un vidrio roto al cometer su fechoría, entonces las autoridades del plantel toman cartas en el asunto consignado a toda la sección en todos estos sucesos, resultando afectados injustamente culpables y no culpables y entre ellos un muchacho (Ricardo Arana) el cual es conocido como "el esclavo" y quien denuncia Cava el cual es degradado y expulsado por las autoridades del plantel. 
 El Colegio Militar Leoncio Prado, como parte de entrenamiento de sus cadetes realiza maniobras, en estas prácticas militares Ricardo Arana recibe un balazo en la cabeza causándole la muerte. Ahora todos desconfían del Jaguar puesto que Arana fue el autor indirecto de la expulsión de Cava y se piensa que fue una venganza llevada a cabo en un a situación propicia debido a la confusión reinante en estas actividades. 
 Al saber esto las autoridades del colegio se estremecerán pensando en las perjudiciales consecuencias del escándalo. Establecen como versión oficial que la muerte de Ricardo Arana fue accidental. Entre todos los internos hay uno llamado Alberto “el poeta”, quien es hipócrita y se desenvuelve como amigo del "esclavo"; éste en un momento rompe con los pactos que los une con el círculo y a la vez culpa del crimen al Jaguar ante el teniente Gamboa, el cual es conocido por ser un hombre disciplinado y recto. A la larga todos se ven envueltos en actos de silencio, por lo tanto, el caso se da por cerrado y la investigación no se reabre. 
A Alberto se le impide seguir adelante con sus investigaciones y ni el teniente Gamboa puede hacer nada, incluso este es ascendido olvidando así el apoyo inicial que le dio al poeta. Las autoridades del plantel para callar al poeta lo amenazan con mostrar a sus padres las novelitas pornográficas que éste escribía y que a la vez eran vendidas por sus compañeros de aula. 
 El poeta se quedo callado y así se evito aclarar la muerte del cadete Ricardo Arana, “el esclavo”.
Related Posts with Thumbnails